martes, 18 de junio de 2013

El Billete de Ida

Paseando por el trecho de mi oscuro momento hallé en un hueco de una ventana un billete sin destino tachado... En el reverso, en minúsculas letritas decía: «Escribe rumbo y acto seguido serás teletransportado donde tu caligrafía haya rubricado, pero ¡Ojo! Es un viaje de ida, jamás podrás volver...»
Creía estar fantaseando, pero pellizqué mi largo brazo y me negó, todo era real, tanto como la tormenta que se escuchaba lejana.
Vagar sólo era lo que últimamente me dedicaba a hacer, podría ser una enorme oportunidad para cambiar mi sino...nadie me apreciaba como me gustaría
Desconecté de lo real, pues perder no podía ocurrir, ya no quedaba nada... Cerré los ojos y el primer emplazamiento que vi cruzar por mis pensamientos fueron las nubes... Decidí que ahí es donde quería gastar el billete...
Consciente de que si era cierto, jamás volvería a la Tierra, ni a ver a mis seres queridos...
Abrí mi vieja mochila y saqué un antiguo bolígrafo, el cuál conservaba desde pequeño, con el cuál aprendí a escribir y en mayúsculas serigrafié en el billete «A LAS NUBES»
De pronto un blanco humo me envolvió, me sentía flotando... Empecé a coger velocidad y cuando sin darme cuenta desperté en otro lugar, el tiempo había pasado raudo
Increible era lo que mis ojos me mostraban... Una alfombra blanca, cuyo final pasaba desapercibido, cuyo contorno estaba constituido de un tapiz negro estrellado y luna creciente, similar a algunos fondos de pantalla que sólo había divisado en mi ordenador
Magia era el calificativo que ponerle a aquél maravilloso paisaje celestial, a partir de ese instante mi eterno hogar.
Al principio sentía vertigo, según la velocidad a la que la corriente empujara mis casitas de algodón, pero pronto me acostumbré...
Cuando la brisa nos postraba justo encima del mar era ciencia ficción, podía ver este cielo allí abajo, como si de un espejo infinito se tratase, más yo ahí sentado al borde de un nimbo
En aquél billete puse este lugar para observarlo todo desde las alturas, para estar a media distancia entre mis seres del cielo y de la tierra.
Dejando la vista caer me percataría si alguien me echaría de menos, y quíen en verdad me quería, o simplemente para quien significaba algo pasajero...
La noción del tiempo era nula, mi reloj se trastornó, cada amanecer arrancaba un vello de mi cabello y lo ataba a mi vieja pulsera para saber el número de días que transcurrían
En ocasiones me cruzaba con aviones, otras tantas con aves que jamás me había percatado su existencia, los dioses desataban su furia en los cóncavos horizontes
El sol me abrigaba mucho más aquí arriba, pero nunca llovía, pues yo me tumbaba encima del agua, sintiéndome un ser supremo, aunque en realidad no era nadie...
Cuando el tiempo me hizo daño fué cuando al observar abajo, caí en el detalle de que algunas personas lloraban mi ausencia, tan verdad como esta luna de verano, era que había personas que me querían, muy poquitas, pero las había...
Mi egoísmo me trajo a éste lugar, pero poco podía hacer ya... Me pregunto el por qué estas personas jamás me demostraron cuánto me querían, ahora se dan cuenta cuando ya no estoy...
De saber esto, nunca habría caligrafiado aquél billete sucio y rasgado, por desgracia todo se presenta tarde, al igual que la noche acaece al final de la jornada y el día desaperece cansado de tanto esperarla...
Hay decisiones irrevocables, tan sólo me quedaba sentarme a observar... A tres metros bajo el cielo y tres sobre la tierra.
Sonido bronco de tambores percutían no muy lejos, tormenta...
 Mi mayor deseo era volver a mi hogar, allí donde residía mi sitio, irreversible.
Tumbado con los brazos en cruz lloraba, justo encima del aguacero, encamado en una nube color gris tristeza. Lágrimas que no cesaban, me ahogaba en mi propio mar, tanto que como si de agua me tratase, milímetro a milímetro me fundía con aquél cúmulo.
El hechizo se rompía, pero no de la forma que mi corazón anhelaba, me transformé en agua, empezando a precipitarme, volviendo a la Tierra...
Al romper contra el suelo me hice charco, un enorme charco, tan grande cómo el ser humano que un día fuí.
Alguien se acercó a mirar su reflejo en ese charco, pero no es precisamente su rostro lo que vió, sino el mío. Era aquella chica que tanto me gustaba. Tendió la mano y me acarició el reflejo, no sentía nada, excepto un movimiento turbioque se hacía deforme
Ninguna otra persona logró verme, porque no me querían, únicamente ella me vislumbraba porque me echaba de menos y me amaba. Adiós me dijo entre sollozos y pena
Para siempre me convertí en agua de lluvia, no podría escapar nunca. El sol salió y me evaporé, no dejando ni rastro de mí en el pavimento...
Pero cada vez que lloviera yo caería de nuevo del paraíso a la firmeza del suelo... Y esa persona que me esperaba siempre podría observarme en los charcos, en los lagos al repizcar en forma de gotitas... Jamás podría hablarle, ni tocarla, pero después de su persona, lo más bonito del planeta era su reflejo, el cuál eternamente podría observar
En conclusión saco que esta aventura tampoco fue tan mala; Darme cuenta de quienes me querían y quienes no me dejó algo de esperanza en las cosas reales. Sin olvidar de que los sentimientos hay que demostrarlos antes de que sea tarde, antes de que llueva en tu corazón
A raíz de este momento lo que más me importa es que sí hubo alguien que me amó, alguien quien ahora ama la lluvia.


1 comentario:

  1. Chico me enamoras... Tu forma de expresión es única. Valorar este texto sería delito, pues no existe apelativo para estas líneas

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