jueves, 31 de diciembre de 2015

Marcha Navideña

Un año más, un ratito de risas, alegría y estampas únicas que capta mi cámara. No es fácil correr e ir echando fotos a la vez pero ha sido reconfortante. Si alguien no quiere que se publique alguna imagen que me lo diga y la quito.

martes, 29 de diciembre de 2015

Las Torrecillas

Hoy hemos conseguido encontrar un hueco para entrar a Las Torrecillas que todos conocemos. Las que taparon y se encuentran bajando el camino del socavón hacia abajo. Me ha dado alegría encontrar una abertura y poder pasar a uno de los sitios que conocía de mi infancia. Mi duda siempre será el por qué taparon algo que es historia viva de nuestro pueblo. Al pasar, el interior de la galería estaba exactamente igual que antaño, exceptuando que había bastante porquería tirada dentro. Es una pena que estos pedacitos de nuestra historia sean desprestigiados y no se les dé el valor que merecen. Al menos yo si se lo doy y por ello cuelgo estas fotos que seguro a más de alguna persona les traerá recuerdos.




















Las Torrecillas 3

Otra de las cuevas del grupo de Las Torrecillas. Esta es la más pequeñita, pero no por ello menos impresionante. Sus formaciones y su lago en medio la convierten en la más bonita para mi gusto.Las imágenes lo dicen todo. Y Sí, están en LA CAROLINA

lunes, 28 de diciembre de 2015

Amantes del Cielo. Capítulo 1



El cielo era mi más sincero amigo, un eterno aliado, mi poster particular, que tenía la facilidad de cambiar conforme iba avanzando. Unas veces gris y opaco, otras azul y cristalino. Pero siempre inigualable.
Era tan inmenso como el mar, pero con aire en vez de agua. Y con un abanico de colores inagotable.
Cuando la lluvia se dejaba caer, interrumpida por algún persistente rayo de sol, aparecía ese tobogán con siete colores tan impresionante, jamás había visto nada igual.
Llenaba mucho más el mundo divisándolo desde arriba, que desde cualquier otro punto. Te sentías como el dueño de algo, como pájaro libre, pequeño ante tanta grandeza. La panorámica con la que te recreabas desde las alturas ayudaba a verlo todo más fácil, más espectacular, más pequeño, como si las personas fuesen hormiguitas y tu un poderoso gigante.
Mi misión era simple: Era piloto de control de incendios, siempre manteniendo mi territorio a salvo de cualquier indicio de fuego.
Por supuesto de extinguirlos en caso de que se produjesen. Aunque luego las tareas eran muchas más de las que  abarcaba esa especialidad.
Frecuentemente volaba en torno a cuatro horas al día; El resto de la jornada la pasaba eliminando elementos peligrosos para el bosque, como por ejemplo, cristales de botellas, bolsas de plástico, cualquier objeto que pudiese provocar chispa en el matojo.
Normalmente, la mayoría de los días pasaban sin complicaciones, pero cuando las había, eran un auténtico quebradero de cabeza.
No sólo te jugabas tu integridad, sino la de hectáreas de naturaleza y posibles personas que se vieran inmersas en algún foco de fuego.
Me había enfrentado, según mis diarios, a tres incendios graves y una veintena fáciles de controlar.
En solamente un año que llevaba dedicándome a ello.
Disponía de una pequeña cabaña donde llevar un control de todo lo que hacía, con disponibilidad de mapas para trazar rumbos y asignar rutas para cada jornada de la semana.
Conocer la zona ayudaba a facilitarme muchísimo la labor, por eso, incluso en mis horas libres, aprovechaba mis paseos para memorizar el entorno.
El único punto negativo de este trabajo era la soledad, ya que de martes a domingo, tenía que permanecer en este lugar sin entablar conversación con nadie, hasta para dormir. Mi único día de descanso era el lunes, pero solía quedarme en el lugar, ya que tampoco tenía un hogar más allá de mi empleo.
Los cielos morados de la noche, que se postraban ante mis ojos en aquella zona del bosque, parecían sacados de una película de ciencia ficción, o un irreal retoque de photoshop. Esa estampa sí que no era capaz de memorizarla, pues era totalmente aleatoria cada noche. Un lienzo cambiante.
Mi única compañía era una radio vieja para usar en caso de problemas, una litera oxidada, una mesa de trabajo, provisiones, diarios y bolígrafos para relatar mis historias. Y sobre todo mi avioneta ligera con la que me elevaba por encima de las nubes.
El paisaje cargado de pinares, lagos, ríos de aguas mansas, era la perfecta monotonía para relajarse al finalizar la jornada.
Al final acababas por adorar tu trabajo, pero siempre querrías algo más. Un poquito de libertad para acabar con esa rutina tan predecible. Acabar con esa soledad que a veces hacía sentirme desprotegido.
Pero vayamos al punto donde esa rutina se desvió por completo de la normalidad. Cuando menos me lo esperaba, el rumbo de mi vida dio un giro.
Fue el azar el que apostó por mi vida, cuando una mañana de niebla sobrevolaba la parte noreste de mi territorio. La visibilidad era prácticamente nula, pero todo parecía marchar tranquilamente.
De pronto, en una fracción de segundo, algo quebró esa normalidad.
El miedo congeló hasta mi alma cuando me di cuenta que el motor estaba dañado y caía en picado. No estaba a demasiada altura, pero sí la suficiente para no contarlo, ya que la velocidad era muy elevada.
Tan solo en unos segundos, toda mi corta vida se  paseó frente al cristal de la avioneta;  No me dio tiempo a nada, ni siquiera a reaccionar. Simplemente creí que todo acabaría en ese momento.
Cuando me quise dar cuenta, me hallaba en el suelo, frente a un maizal, alterado y dolorido. Intimidado por un fuerte zumbido de oídos, pero había logrado sobrevivir, o eso parecía.
Vi un rostro de una mujer gritando, corriendo hacia mí.
No lograba escuchar las palabras que manaban de su boca…
La visión me resultaba algo borrosa, pero sí alcancé a reconocer un cabello rizado con un brillo de ojos más bonito aún más si cabe, que el mismo cielo.
Parecía un ángel acudiendo en mi ayuda, pues iba vestida de blanco celestial…De pronto me desmayé porque no recordaba nada más.


domingo, 27 de diciembre de 2015

Olvidé lo soñado



Olvidé lo soñado
No sé si era hermoso
O por el contrario afeado

Sólo sé que mis ojos
Abrieron tristes su cortina
Mas mi pelo de sudor en remojo

Pobre almohada
Cargando tantos pesares
Un tanto encarcelada

Quejido de lágrimas
Que no se acaban
Evaporando tú autoestima

Llorar no es de cobardes
Simplemente un mecanismo
Activado por haber sido fuerte tiempo antes

Olvidé lo soñado
Pero recuerdo lo vivido
Lo único real que he caminado



Naviad en Linares

viernes, 25 de diciembre de 2015

¿Dónde estarás?



Has olvidado el olor de tu perfume en el acogedor butacón donde me diste el último beso. Allí se quedó sentado el amor que tantas veces me juraste al oído.
Aun no entiendo el por qué te fuiste… Me dejaste desvestido y sin provisiones de cariño para pasar el resto de mi vida.
Porque no pienso amar ni una vez más, a ninguna mujer más. Fuiste solo tú y no habrá unos labios semejantes a los tuyos.
¿Cómo pasear sin agarrar tu mano?, ¿Cómo avanzar sin tus palabras de aliento? ¿Cómo conciliar sueño en la noche con la mitad de mi cama vacía? ¿Cómo vivir sin ti?
Mientras me ducho parece como si estuvieses tras de mí, susurrándome con pompas de jabón entre el goteo del  reloj.
Besar tus fotos no me hace sentir absolutamente nada, excepto dolor en mitad del pecho.
Mis lágrimas ya se han secado, incluso mi caminar parece alejado de la realidad, atrayendo pensamientos para tirar la toalla. ¿Dónde estarás?
Me hubiese cambiado por ti, aunque te aseguro que es peor el sufrimiento de quedarse aquí solo… Y es que no te culpo.
Tú simplemente te disponías a volver a mis brazos como cada noche a las tantas de la madrugada, cuando aquél inconsciente al volante adelantó tu partida, alejándote de mi lado para siempre. Mientras tanto, solo espero que llegue mi hora para reunirme junto a tu mirada, que empiezo a olvidar casi sin quererlo, querida esposa mía…


A esto me dedico yo en Nochebuena... ¿Y qué?

Y así también vivimos el atardecer de 24






Así vivimos ayer la salida de la luna antes de Nochebuena





jueves, 24 de diciembre de 2015

La navidad es...



Observaba desde la azotea que comunicaba con la plaza mayor, el tintineo de las personas regresando a casa por Navidad, la sonrisa que escondían en su gesto para sorprender al que posiblemente ni esperase su llegada.
El cruce con la calle principal parecía un río de pasajeros con prisa, dejando los preparativos para última hora.
Y en la carretera, fluía una fila intensa de coches, que tocaban el claxon impacientes si alguno tardaba un segundillo en salir del semáforo recientemente iluminado en verde.
Otros apostaban por regalar abrazos a diestro y siniestro, pero en realidad, eran contratados para crear ambiente. Aunque dentro de los hogares, sí que eran verdaderos.
Los diablillos de ocho años explotando petardos en el portal de quien no les daba el aguinaldo; Una divertida venganza para que al año siguiente escarmentaran.
Las luces con forma de campanas y bolas se reflejaban en el suelo, como si hubiese un espejo translúcido en la superficie.
Los que no estaban, también hacían acto de presencia. Tan sólo bastaba con tropezar con sus recuerdos lejanos y mirar las estrellas del firmamento, que a pesar de la contaminación de la sociedad, relucían espléndidas.
Los dueños de las tiendas apuraban los minutos mientras apagaban los escaparates tan detalladamente adornados.
De cabeza me traía aquél anciano sentado en la banqueta, con ese frío… Con su enorme bufanda de terciopelo gris, su chaquetón de franela desgastado por el paso de los años.
Quizás no esperaba a nadie esa noche… Y esa era mi añoranza.
Pronto el calor de la ciudad se esfumaría, y la soledad engalonaría sus trazadas callejuelas. Excepto la luz de la luna que actuaría de faro para aquellos que se encontrasen sólos como ella…
Todos estaban en su hogar…Las estaciones de autobús habían devuelto a quién antes se habían llevado.
Para otros, la suerte no había sonreído en esa ocasión, pero siempre tenían la opción de brindar y felicitarse emotivamente por videollamada.
La Navidad es un sentimiento muy profundo. No son regalos, ni villancicos, ni mesas repletas de bandejas con comida…
Es un espíritu, un sentimiento, una declaración de amor. Es familia, amigos, pareja… Besos, abrazos, noches de hacer el amor ante la chimenea…
Son recuerdos de lo que nos llena, acariciar el alma de los tristes, pintar sonrisas donde el gesto yace fracturado.
Es un pequeño detalle del que poder rescatar recuerdos. Al menos, así lo percibe mi alma de observador.
Pero sobre todo es hacer feliz a quién tienes a tu lado, de la manera que mejor sepas hacerlo.
Y puede que esta noche me encontrase solo, pero no me importa. Porque deleitarme con la felicidad de los demás, ya me propina mi propia felicidad. Y llenarme con cada momento que puedo regalarle a mis ojos, es un regalo en forma de palabras para los demás.

A los que sois parte de mi vida… FELICES FIESTAS. OS QUIERO