Has olvidado el olor de tu perfume en el acogedor butacón
donde me diste el último beso. Allí se quedó sentado el amor que tantas veces
me juraste al oído.
Aun no entiendo el por qué te fuiste… Me dejaste
desvestido y sin provisiones de cariño para pasar el resto de mi vida.
Porque no pienso amar ni una vez más, a ninguna mujer
más. Fuiste solo tú y no habrá unos labios semejantes a los tuyos.
¿Cómo pasear sin agarrar tu mano?, ¿Cómo avanzar sin tus
palabras de aliento? ¿Cómo conciliar sueño en la noche con la mitad de mi cama
vacía? ¿Cómo vivir sin ti?
Mientras me ducho parece como si estuvieses tras de mí,
susurrándome con pompas de jabón entre el goteo del reloj.
Besar tus fotos no me hace sentir absolutamente nada,
excepto dolor en mitad del pecho.
Mis lágrimas ya se han secado, incluso mi caminar parece
alejado de la realidad, atrayendo pensamientos para tirar la toalla. ¿Dónde
estarás?
Me hubiese cambiado por ti, aunque te aseguro que es peor
el sufrimiento de quedarse aquí solo… Y es que no te culpo.
Tú simplemente te disponías a volver a mis brazos como
cada noche a las tantas de la madrugada, cuando aquél inconsciente al volante
adelantó tu partida, alejándote de mi lado para siempre. Mientras tanto, solo
espero que llegue mi hora para reunirme junto a tu mirada, que empiezo a
olvidar casi sin quererlo, querida esposa mía…
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