El ángel oscureció, destiñó su ropaje blanco como la
paloma pacifista; Su cabello dorado invocó en gris ceniza, sus manos delicadas
resultaron ser garras acongojantes.
Quizás miré con ojos erróneos, o el espejo estaba
empañado, más probable fuese un disfraz indescifrable. Alas blancas postizas,
pues los demonios no vuelan, quizás vendiste tu alma al precio de mi sufrimiento.
Las buenas acciones eran una obra de teatro, la realidad se reservaba para el
acto final, donde la verdadera personalidad estaba en punto de ebullición,
entrando en erupción salinizada mis ojos, porque mi cielo resultó ser el
infierno, los sueños pesadillas… Tu boca resultó morder cuando únicamente la
alimentaba.
Resultó que llovía indiferencia, que todo era nada,
evaporado ilógicamente, escondido tras excusas difíciles de engullir. Sigo en
la luz del día, a ti te llevó el manglar nocturno, enredándote en tu conciencia
buscada viva o muerta. Exhalé aliento sobre el espejo, observando atentamente,
sin perder detalle, entonces me dí cuenta de que el ángel siempre fui yo mismo,
que lo que rueda en tu entorno, son demonios con caritas preciosas, intentando
tentarte para convertirte al otro lado de la línea. Pero claro, siempre hay
excepciones… sólo hay que saber mirar el espejo correctamente…
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