Los recuerdos se alzan como aves migratorias, están de paso, pero siempre acaban regresando tarde o temprano, aunque no lo deseemos.
Cuando azotan nuestra mente, cuando nos invaden, lloviendo sobre nuestros intentos de felicidad, decidimos que es hora de dejarlos marchar, al igual que dichas aves de paso cuando los duros inviernos golpean su clima, buscan un lugar templado donde vivir plenamente.
Pero... ¿Qué pasa?. Cuando creemos que se han esfumado definitivamente, en el momento que empezamos a vivir nuevamente tranquilos, hacen acto de presencia.
Al igual que dichos surcadores del cielo, que retornan al lugar de origen cuando el sol nuevamente ha salido, la primavera florecido... Pero con el paso del tiempo, la tormenta vuelve, así sucesivamente.
Por esta circunstancia, los recuerdos jamás se pueden borrar, invariablemente terminan por regresar... Pero buenos o malos, no seríamos nada si no recordásemos, pues de ellos aprendemos
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