Estoy jugando con la cinta de tu pelo, restregándome sobre el vestido de seda pegado a la desnudez de tu cuerpo, emborronándome con tu rimel que se corre como el futuro perecedero
Marginando lo que emite la gran pantalla, inmerso locamente en tus besos, que me atrapan en la oscuridad de la butaca del cine
Sufro un ataque apasionado al corazón, mientras atentamos contra la privacidad pública, errando las normas de una sociedad clandestina, bebiendo de tus labios su licor, mi medicina
Patino en las curvas de tu figura retórica, desquiciado ante los encantos de mimbre que mis deseos lubrican, retozando nuestras almas se sacrifican
Ni tu ni yo somos un par de quejicas que chillan, ocultos entre el dolby surround instalado en la sala que palpita, temblando al ritmo que tu silueta pegada a la mía se excita
Somos dos fieras que se domestican mutuamente, amansadas con besos disparatados, pereciendo extasiados en apenas treinta centímetros, exprimidos por un látigo de respiración entrecortada
Bajo un arcoiris unidireccional, iluminados por el haz del proyector, nos acariciamos desde el interior hasta el exterior, despertando mariposas mientras explica el narrador
En esta sala, en este lugar, en este momento, sólo tu y yo somos los protagonistas, dasvariando febrilmente, dibujándonos hasta las aristas, sin necesidad de que te desvistas
Par de surrealistas, engarzados, obesionados, como la gente adinerada de aquella amatista,
cómplices del fin de aquella producción, extenuada, huyendo del entorno sin movernos del rojo butacón, simbolizando un viaje astral en ochenta minutos alrededor de nuestros cuerpos, dirigiendo nuestro esplendoroso movimiento de rotación, plagiado del mar acicalado frenesí, perdiendo la razón a oscuras en la olvidada butaca del cine...
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