Aletargado por amaneceres arbitrarios, en los que se hace lo que se debe, no lo que se quiere.
Contraataco con mi truco final, insoluble, derrotándome propiamente, pues mi mayor enemigo habita dentro de mis sentidos.
Parpadea mi fiereza, sacando músculos del cerebro cauto, encadenándome a una margarita cuyos pétalos deshojados me riman Sí Puedo.
No existe precio para resistirse a los instintos, ebrios, arrastrando a la añoranza de los pelos, gritándole que por venir está lo mejor.
Los acantilados tientan el suicidio de un corazón indomable, la idea de lanzarse parece bella, pero la marea fuertemente me sujeta, imputandome a una libertad repudiada.
Cara o cruz, que más da lo que diga una puta moneda, si yo puedo escoger oscuridad o luz.
Vaticino la idea de rendirme, aún así evacuo ese pensamiento y me redimo, observando la belleza de las puñaladas que despiertan el viento, es mi momento.
Prefiero no mandar un sólo mensaje más en la botella, directamente lanzarme yo, viajar a la deriva, esclavo del agua que sacia mi sed primitiva.
Trepo hacia la luna, brincando por las estrellas, escupiendo mariposas que murieron paralelas al dar mas de lo que se recibe, fiel a la soledad que como nadie me logra abrazar.
Inmundos egoístas intentan debilitarme, critican mis actuaciones, por dejarlos a un lado, cuando ellos, cuando me ahogaba en mis pesares, me tiraron, dejándome sin apoyo, me abandonaron.
Observo el horizonte tras una bola de cristal, donde me veo sólo, pero jamás mal acompañado, aceptando miles de errores, izando mis debilidades para no temerlas, reluciendo altas, bajo el cielo nublado. Un brindis por maldecir el pasado, por reirse del presente continuo, sudándemola si mañana habrá futuro, si nisiquiera me levantaré de la cama.
No pueden con lo que soy, porque no soy un cobarde refugiándose en lo fácil, prefiero corretear por inmensos paisajes interminables, aún teniendo claro que pueda perderme; No, no me va a detener un simple traspiés. Desconecto la mente de lo imposible, dibujo mapas orientativos con mis dedos de espuma, y si se troquela, vuelvo a repetirlo.
Sigo en pie, porque he sido adiestrado para solamente requerir de mis servicios, sin necesitar nada del vecino de al lado, yo camino, escribo, floto, pienso por mí mismo, jamás me he ahogado. Adiós, no hay normas que regulen mi personalidad, pasopalabra, soy mi única deidad, aunque en ocasiones me quiebre como el cristal. Voy a saciarme de la sangre de mis propias heridas, incansable, inmortal ante cualquier clavo que percuta mi dermis incomprendida. Puedes castigarme, enseñaré mis garras y dientes, abriendo el balcón, respirando aires de nuevas experiencias, reliquias para un juglar un tanto exigente.
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