Eres la culpable de mi insomnio profundo, pero ¿qué hago?.
No soy capaz de olvidar tu sonrisa que se fuga cada noche sin prisa.
Reina de mi ajedrez, jaque mate a tu belleza, despistada
sobre tu desnudez, un cuerpo ataviado
por una dulce niñez.
Róbame el corazón, llévatelo al norte, donde las luces
celestiales reten a la locura…
Reparte un pedazo de la madrugada, sobre mi boca empapada,
júrame que si te largas, te acompañaré como polizón en tu montacargas.
Tus huellas pálpalas con tinta permanente, que en ningún
instante te esfumes de mi mente, porque las cosas son así, tú y yo diferentes.
Mi amor sólo lo apostaría en cualquier garito, pero sólo a
cambio del tuyo, porque soy tu playa, tu mi orilla, mi niña, dulce y bonita.
Anticiclón que apacigua mi tormenta pasajera, baúl de
recuerdos en el que sólo guardo tu luz, fuegos de artificio que hacen boom,
cada vez que espero tu llegada a contraluz.
Callar es otorgar, tu silencio me murmura más que mil
palabras, cantándome una nana besando mi boca, sinuosa aventura.
Embárcame en tus sueños, de barcos de vela, amaneceres y
recuerdos. Átame a tus manos, como hojas perennes incansables, guíame hace las
estrellas, por el sendero que nos conduzca a ser ancianos.
¿Y que más da? Si me ahogo en tu respiración, es un buen final,
paradisíaca bendición.
Corre, huye, descalza tus pies ante esta vida querida;
Búscame, ya me has encontrado, sólo tienes que permanecer a mi lado, puede que
hayas tardado…
Bajémonos en la siguiente estación, nuestro mundo comienza
sobre un arcoiris de color.
Con cariño… De esta historia el autor…