Hace mucho, tuve el
placer de conocerle. Al principio, cuando éramos niños, no le daba
tanto valor como merecía, pero tiempo después me he dado cuenta de
que hice lo correcto en salir en su defensa e intentar protegerlo.
Porque las personas que pasan por ciertas dificultades no deben
ahuyentarse, si no ofrecerles tu mano y el cobijo de una verdadera
amistad. Ponerse en su lugar, era una dulce canción para sus ojos
tristes.
Él no tenía
amigos, porque quizás se consideraba feo, raro, innecesario, a veces
se pasaba por su cabecita que era un estorbo, pero era especial,
diferente, alguien que se esforzaba más de lo que imaginaba. Tampoco
lo aceptaban por como era, además de ser objeto de burlas y risas…
Pero él no tenía culpa de haber nacido en esa situación, no lo
había elegido, tampoco podía cambiarlo. Muchos, en sus mismas
condiciones, hubiesen tirado la toalla. Parecía ser una persona fría
e inexpresiva, pero me pregunto cuántas lágrimas habrá derramado
al llegar a su casa.
Él no escuchaba,
pero podía leer los labios; Tampoco podía hablar, pero lo
intentaba. Tampoco tenía que cambiarlo, debía ser yo quien
aprendiera a leer sus gestos e intentar que el interpretase los míos.
Decidí poner mi
granito de arena para conseguir que se sintiese un poco aceptado, al
menos por mi parte. Comenzamos a jugar al baloncesto, al fútbol en
nuestra vieja plazoleta, a salir de paseo algún que otro sábado...
No diré que al
principio no bromeaba con sus defectos, pero era demasiado joven para
entender ciertos aspectos y valores de la vida. Pero el tiempo cambió
todos esos pequeños detalles de inmadurez típica de los
quinceañeros. Entonces maduré...
Aprendí a reír con
él, a picarlo con las cosillas que sabía que le molestaban, pero en
plan pillín.
Los sábados de
paseo eran un poco crueles, duros contra su persona… Muchas veces
jugábamos al futbolín pero nadie quería ser su compañero, porque
decían que era muy malo. Pero...¿Qué importa lo bueno o malo que
puedes ser en un juego? Al fin y al cabo, la clave reside en pasarlo
bien, conseguir que todos se sientan bien. Y aquello empezó a
abrirme los ojos de cómo en la vida, lo superficial adquiere mas
protagonismo que cualquier acto de buena fe que lleves a cabo.
Todos jugamos a
ganar, a ser los chulitos, a querer ligar con la chica más guapa…
Pero eso a cambio de menospreciar a alguien que solo trata de ser
nuestro amigo de verdad, porque necesita sentirse un poco querido,
simplemente eso.
Ante esa falta de
aceptación, opté por salir con él, no podía dejarlo solo, era
injusto totalmente.
Y tuve que alejarme
de algunos amigos para acercarme a su persona.
Entonces aprendí a
entender lo que me decía; A comprender sus gestos, apreciar sus
palabras, leer sus labios. Él me ayudó a poder entablar
conversaciones, a entender como podía sentirse.
Luego tiempo más
tarde nos distanciamos, pero siempre hemos seguido siendo amigos. Y
observé que el era feliz, porque había aprendido a vivir, aceptando
lo que tenía, que era muchísimo.
Y siempre que
planifico alguna actividad o deporte, me gusta invitarlo para
rememorar viejos tiempos. Y veo que cada vez hay más gente que lo
comprende, que lo acepta, que pasea a su lado.
Me da satisfacción
que por fin nos pongamos en su lugar y le echemos un cable, pues su
vida no ha sido fácil, ni lo será, pero si se rodea de buenos
amigos, logrará llevarla mucho mejor.
Sigue siendo un tío
solitario, casi siempre sentado solo en cualquier banco, caminando en
silencio, observando su entorno, esperando que pase alguna persona
para simplemente charlar un rato.
No ha sido mi mejor
amigo, pero sí un gran amigo, uno especial, un luchador, una persona
que tiene los sentimientos arrinconados en su corazón, porque no le
ha sido fácil expresarlos.
Me inspira su
fuerza, yo no sería capaz de aceptarme, no soy tan fuerte…
Y siempre lo llevo
dentro, y cuando nos encontramos por la calle, entablamos nuestras
conversaciones de fútbol, baloncesto, entre otras de antaño, aunque
sólo duren cinco minutos.
Y sé que nadie
jamás escribirá sobre su persona, pero por mi parte aquí tiene una
pequeña gran página de la historia de mi vida, de la que él es
protagonista.
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