Adoro lo
desconocido, pues confío en que lo que esconde, puede sorprenderme.
Por eso, al divisar
tus ojos, me aventuré a descubrir tu mirada. Al avistar tu boca,
opté por recorrer tu sonrisa. Al oler tu perfume, elegí embriagarme
de ese aroma. Y al percibir la belleza oculta entre la sábana que
cubría tu cuerpo, me atreví a desnudar tu piel.
Fue así como
averigüé tu verdadera identidad, transformando lo ignorado, en lo
que alguna vez había soñado en voz alta, en aquello que sin verlo,
ni sentirlo, ni poseerlo, tantísimo amaba.
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