sábado, 7 de noviembre de 2015

Elijo al otoño

La belleza sencilla e imperfecta del otoño es algo que me atrapa. No sigue patrón, ni posee timón que lo domine, simplemente campa a sus anchas, como un invisible alocado que altera tu vida en un abrir y cerrar de ojos.
Días más cortos, sí; Más fríos, también. Pero el humedal que riega la hierba fresca, la enorme moqueta amarilla y dorada vistiendo la desnudez del suelo, el leve susurro del río comenzando a despertar de su letargo, los atardeceres rosáceos similares al edén, aquél lejano canturreo de pájaros que aún se resisten a su partida… ¿Acaso no merece la pena?
Lo definiría como un fenómeno invisible, que con tan solo rozar lo que toca, lo convierte en oro visual, para después morir, pero con la única intención de que resurja más bello posteriormente.
Copas de árboles, en las que el sol irrumpe con su poderoso reflejo…
A pesar de tener las manos frías, los pies escarchados, aunque me sorprenda una diminuta llovizna, el corazón se mantiene caliente.
No es tan triste su cara, pues es como la segunda oportunidad de la primavera, donde cada una de las hojas que se sostienen, se asimilan a una delicada flor.
Dicho otoño ama a la primavera… Siempre queda como la estación que vuelve feo su entorno, la que lo estropea todo cuando arrecia en sus meses, pero lo hace por amor; Porque le otorga el honor a su primavera, de que sea la encargada de florecer lo que el otoño supuestamente “estropea”. Pero nadie lo entiende… No hay que ser muy vivaz para darse cuenta de que lo que parece ser frío superficialmente, esconde una cálida razón en su interior.
Antes se me olvidó mencionar al viento, que sin excederse en rudeza, levanta miles de huellas sobre mi piel, por si olvido quién soy o de dónde vengo. También me acerca el aroma de la persistente jara y la savia del largirucho pino.
Mientras me despojo de mis quehaceres, me postro a la orilla del pacífico riachuelo, sobre un colchón de hojuelas que se resquebrajan al dejarme caer sobre ellas.
Miro hacia arriba… Y ese cielo tintado de gris no embauca mis sentidos, tampoco la lluvia plateada empapando mi camino.
Recuerdo que todo esto es un ciclo, que nada es lo que parece, que todo posee una gran belleza si se sabe apreciar, que siempre tengo tu mano esperándome al otro lado. Y de momento, por cada hoja que cae, es un instante de delirio que te pienso. Yo elijo al otoño, este bonito cuento, no por lo que me muestra, si no por lo que esconde, por lo que me hace sentir...


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