Ayer en la ruta que
organizó el Colectivo Arrayanes, tuve la oportunidad de visitar por
segunda vez los restos de la Mina San Andrés, una de las más
significativas de nuestro distrito minero. Para mí, especialmente
una de mis favoritas, por toda la historia que encierra tras sus
restos.
Si no me equivoco
creo que tenía una de las tres máquinas de vapor “Bull” que
estuvieron funcionando en toda la zona. Otra maquinaria con la que
contaba eran trituradoras de mineral.
Su profundidad
estaba en torno a los 500 metros. Y lo que más me llama la atención
es el paisaje que rodea este enclave minero.
La casa de máquinas
que sigue perfectamente conservada, tipo Bull de estilo francés, es
única, con arcos perfectos y agujeros en forma de circunferencia,
como se aprecia en la imagen.
Debajo de la casa de
máquinas hay túneles y bóvedas que conducen al pozo, que se pueden
visitar con mucha precaución. Por último destacar su peculiar
chimenea, dañada por la acción de los rayos.
Un lugar donde la
cámara no se cansa de captar fotos, ya que los diferentes ángulos y
perspectivas dan para mucho.
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