Mientras él
relataba sus experiencias en su cuaderno, ella, con su ténue
fogosidad, le arrancó el bolígrafo de sus empalagosas manos. Y dijo
algo así como: “Deja de escribir tu vida en unas hojas vacías y
dedicate a vivir más”. Desde entonces, su cuerpo desnudo, fue la
mejor libreta donde él pudo plasmar su mejor poesía. El sabor de
sus labios se impregnó sobre las líneas perfectas de su silueta,
mucho mejor que la tinta… Y su pelo borró las penas de su alma con
tan solo su fuerza de rozamiento. Sus ojos, guardaban un eterno
manantial de inspiración, del cuál tomó sus mejores apuntes, para
después susurrarlos, sobre su esencia. Y el tiempo, lo midió,
apostado sobre el pecho de ella, contando el tic tac de su corazón.
Así fue como descubrió que la mejor historia no se relataba, sino
que debía vivirse...
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