viernes, 2 de octubre de 2015

El autobús


Aquél autobús donde me hallaba, era tan vacío y solitario, que la tristeza irremediablemente se apoderaba de mi persona, sin ni siquiera quererlo.
Era tan sumamente fuerte, que dolía mucho más que cualquier dolor externo que me atizara con toda su rudeza.
Me subí agotado, exhausto, harto de no hallar aunque fuese mi pequeño lugar en el mundo, con ansias de encontrar algo hecho a mi medida.
Tenía todo el tiempo del mundo entre parada y parada, para pensar bien aquello que quería hacer con mi vida, el lugar donde bajarme, pero siempre permanecía montado, con el temor de si al bajarme, el daño sería mayor incluso que la más cruel soledad, la cuál no me dañaba, simplemente me acompañaba.
Puesto que me limité a no bajar, decidí esperar si alguien subía para otorgarme el cariño y compañía que tan desesperadamente pedía a gritos silenciosos.
Miles de paisajes hacían acto de presencia ante el ventanal; Llanuras colmadas de hierba verde esperanza, donde el sol mostraba su reinado en un cielo azul inmenso, cuyo final jamás nadie ha podido describir.
Bosques viejos emitiendo melancolía y nostalgia, donde la oscuridad se hacía fuerte cuanto más profundo miraba.
Campos de flores que completaban banderas dichosas para los ojos que teníamos la suerte de poder contemplarlas, allí en la lejanía donde miles de ejércitos de insectos batallaban en su polinización.
Noches transparentes, capitaneadas por una luna llena, líder de un comando de estrellas, encargadas de embellecer la oscuridad cuando todo permanece en silencio y perfecta quietud.
No todo era tan malo, se podía observar tanta belleza en mi entorno, capaz de calmarme un momento, pero no bastaba, no era lo que necesitaba para ser feliz.
A veces, no se si eran sueños, pues despertaba rápidamente, sin estar seguro de lo que era real o imaginario. Dicha belleza dentro de un alma triste, podía parecer surreal, pero prefería no cuestionarme nada en ese momento, pues me llevaría a mas problemas sin solución.
Encerrado en un autobús sin pasajeros ni conductor, sin rumbo fijo, sin prisa, sin metas, esperando quizás alguna señal que me devolviese la vida.
La primera estación mostraba muchas personas realizando actos de buena fe, sin que otras valorasen lo que hacían, mostrándose indiferentes ante ello. Sin embargo eran tan nobles, que no les importaba, pues no necesitaban de la aprobación ni gratitud de nadie, para estar felices consigo mismas.
Después el paisaje se tornaba castaño y cobrizo, sobre una carretera de hojarasca, reflejo de unas arboledas desnudas, que también parecían llorar en silencio.
De pronto el autobús se detuvo en una estación. Aquella parada era aún más fría si cabe que las anteriores, los cristales del autobús se empañaban, impidiéndome observar detalladamente lo que pasaba fuera. Solo alcanzaba a ver dos jóvenes espalda con espalda, que mostraban su odio exterior, aunque por dentro se amaban. Uno tomaba un rumbo, la otra elegía el contrario, a pesar de desear correr uno al lado del otro.
¿Era tan difícil perdonar errores o aceptar diferencias? Lo más importante era el amor, pero se notaba que a veces no es lo más fuerte, si no que su rival más arrollador era el orgullo.
Se reanudaba la marcha lentamente entre un mar de lluvia, que envolvía mi
memoria en miles de pensamientos de lo que me gustaría que fuese y no sería.
Recordaba fotogramas de segundo, como si recopilase fragmentos en mi cabeza, tratando de crear la película de mi vida, pero al llegar a un punto, no podía seguir, pues todo se hallaba estancado, como si fuese fango dentro de un lago cristalino.
Hacía frío, mi manta, que tantas lágrimas había secado, era el único cobijo que me quedaba. Esta pesadilla no parecía finalizar, ni el autobús quedarse sin combustible, quizás porque yo no quería que eso ocurriese.
Los restos de una tarde de niebla mostraban su cara tétrica, hasta llegar a la siguiente estación, donde todos y cada uno de los que allí se hallaban, se sonreían los unos a los otros, pero al darse la vuelta, retorcían el gesto falsamente.
¿Cómo bajarse en alguno de esos lugares? Quizás era mejor la soledad, que las duras versiones que me ofrecían las personas en la vida.
Era tan difícil ser yo mismo, que tenía que pasar por humillaciones y desprecios, pero jamás me planteaba ser como el resto quería que fuese. Pues no se puede satisfacer a todo el mundo en esta aventura que es la vida.
Y si no te comportabas tal y como eras, no serías la persona que elegías ser.
Poco a poco iba comprendiendo cosas. Debía ser fuerte, marcar la diferencia, resistir ante cualquier dificultad, igual que la rosa de la estación en la que más tarde estaba, que yacía con su máximo esplendor, mientras el resto estaba cubierto por centímetros de nieve.
El tiempo realizaba su mejor marca, corría rápido como nunca, sin embargo el viaje se hacía eterno. No soportaba ni un segundo más la espera.
La penúltima estación del tramo parecía un desierto. Esta vez la calor y la sequedad de su envoltorio, provocaban ganas de salir corriendo.
Un anciano allí descalzo, con viejos y rasgados ropajes, era contrastado con un flamante ramo de flores que sujetaba fuertemente, apretando el gesto, como si su vida se centrara en protegerlo. ¿Esperaría a alguien? Seguramente a su amada, pues su lágrima rodando mejilla abajo sólo podía indicar eso.
En ese momento tuve curiosidad por bajar e ir a preguntarle, pero supongo que hay cosas que es mejor dejar que se batallen sólo en las mentes de quienes las padecen, para que pudieran superarse por sí mismas.
Kilómetros avanzaban sin tregua, pero pensaba que ese viaje estaba logrando que aprendiese cosas, sin despegarme del cristal.
Una estampa maravillosa, como sacada de un documental de los mejores paisajes del mundo, hacía acto de presencia; Montañas, ricas en altura, bañadas por un arco iris que nada más que mostrando su medio arco, parecía perfecto.
Los ríos fluían lentamente, acariciando el terreno por donde pasaban, reflejando el viento que los adormecía suavemente.
Ver tantas cosas lindas, empezó a hacerme entrar en razón. Comencé a darme cuenta de que había muchísimas cosas que merecían la pena, tanto que empecé a disfrutar del viaje, olvidando que quedaba una última parada. No siempre podía tener lo que anhelaba, pero si conformarme con otras cosas.
El atardecer empezaba a pasearse a sus anchas, el viejo sol, empezaba a dar señales de sueño, dejando un precioso color entre girones de nubes blancas.
La última estación parecía solitaria, pero curiosamente bella.
Cubierta por un tejado de madera barnizada, rústico, con unos bancos donde los últimos rayos de sol, le daban un tono romántico y acogedor.
Para mi sorpresa, había una chica, con lentes, melena dorada y ojos que cambiaban según la posición donde los mirases, ojos que expresaban tanto sin
pronunciar nada. Seguramente eso fuese otro sueño, pues tanta belleza no podía estar tan lejos...
Mis ganas de querer bajar a charlar con ella eran mayores a cualquier otras veces, pero el miedo me retuvo. Pero cuál fue mi sorpresa, que aquella chica, agarró su maleta y se montó en el autobús.
No me estaba creyendo lo que ocurría, mucho menos que me mirase dulcemente, me mostrase la mejor sonrisa que había visto jamás, para después sentarse junto a mí.
En ese momento cualquier palabra hubiese sobrado. Lo que si aprendí fue lo siguiente:

Cuando aprendes a valorar lo que tienes, a confiar y creer en ti mismo, a aceptarte tal como eres, a quererte, sólo entonces te llegan las cosas buenas de la vida. Y no importa que lleguen al final, en la última estación. Lo verdaderamente importante es que lleguen a tu vida. Pero antes has de aprender, a darte cuenta de muchas cosas, a perdonarte, a conocerte a ti mismo.
Sin más equipaje que aquella maleta vacía de la chica, poco a poco el cauce de dos almas fue uniéndose, llenándose de amor, felicidad, cariño, respeto y una lista interminable de aquellas cosas que iba buscando.
Cada estación era una prueba para conocer quién era yo realmente, con la finalidad de entender y encontrar mi destino al final.
Comprendí que mereció la pena el viaje, por eso ahora me encanta viajar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario