Perdona si mis
piernas me impiden sacarte a bailar como antaño, disculpa mi
incapacidad para disparar tus sentidos como cuando eramos
quinceañeros.
Nuestro amor es un
eco de lo que un día fue, tengo la incertidumbre por saber si tus
labios recordarán la calidez de los míos, si el brillo de tus ojos
se acentúa cuando ni siquiera sonrío.
Pero de lo que si
estoy totalmente seguro, cielo, es que seguiré amándote como el
primer día, hasta que el latido de mi corazón se esfume
ligeramente. Porque si aún late, es por tu inmensa capacidad para
evitar que se apague.
¿Recuerdas como nos
enamoramos? Empezando con tonterías en el callejón, después
cogiéndonos dulcemente de la mano, para culminar aquél atardecer
entre un beso inesperado.
No nos queda mucho
más por hacer en esta vida, excepto acurrucarte contra mi pecho bajo
un manto de estrellas, en la oscuridad de nuestras noches frías. Es
la única forma de que entiendas el latir de mi corazón sobre tus
mejillas decaídas, pero tan bellas como aquellos días.
Llegará el momento
que mis ojos no puedan deleitarse con la belleza de tu alma, cuando
la armonía de tu voz sea un simple recuerdo, incluso cuando mis
recuerdos abandonen su hogar, cuando nadie me recuerde a mí; Sin
embargo, querida esposa, tú seguirás a mi lado cumpliendo tu
promesa en el altar, hasta el último día de nuestra vida. ¿Qué
nos van a contar a nosotros del verdadero amor?
Y es que nuestro
corazón no entiende de inviernos, ni otoños; A pesar de nuestra
vejez exterior, nuestra llama permanece perenne, algo que no destiñe
por la destrucción del tiempo.
Estoy orgulloso de
la vida que hemos vivido; No sé si fue el destino, o mis ganas locas
de encontrarte, o simplemente la casualidad al verte por primera vez.
¿Cuántos errores
habremos cometido? ¿Cuantas veces nos hemos perdonado? Y poco nos ha
importado; Cuando hay amor, nada lo mata. Y lo repetiría mil y una
veces, como una cinta en bucle, mismos momentos, equivocaciones y
aciertos.
Y te sigues viendo
tan perfecta, que si pudiese levantarme de esta silla de ruedas,
danzaríamos abrazados a la luz intensa de la luna. Pero callo, te
miro y me conformo con sentir tu sonrisa aparcada sobre el borde de
mi hombro. Yo también te lo prometo, amarte hasta el último día de
mi vida, no eres un sueño, sigues siendo mi realidad, cariño,
sigamos alimentando nuestro persistente amor.
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