Entre tantas maravillas que esconde la Tierra, encontré mi único consuelo en una libreta de cuartillas a cuadros. Ni las personas, ni las aficiones, nada ha conseguido liberarme, llenarme tanto como aquella pasta naranja, con anillas, capaz de escucharme, pasar de un vacío blanco, a mis sentimientos plasmados con tinta negra inagotable.
Desde luego es una atrocidad pensarlo. Algo sin corazón, sin vida, capaz de ofrecerte aquello que personas son incapaces. Escucharme, exponerle mis ideas, dejarme tatuar mis pensamientos, mi imaginación, en sus contadas láminas.
Cuando todo va mal, acudo a ella, por la siguiente página en la cuál escribí la última vez, le cuento lo que me acomete fuertemente, quedando para siempre, en la historia de mis días.
Cuando la última página quede rubricada, ya no se tratará de una simple libreta, sino de un valioso tesoro, que esconde mi vida tras versos con miles de sensaciones.
Es triste; O quizás no. Pero ese objeto jamás me abandona, nunca me falla. Me salva la vida.
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