De una vieja pulsera con su nombre en el reverso, logré escribir cientos de estrofas barnizadas de amor puro, de aquél que te deja sin aliento.
Bajo el carmín de sus hilos fluorescentes, que bailaban abrazados dulcemente a su delgada muñeca, sujetaba en vilo su corazón de trapo.
Elegante figura retórica posando al trasluz, que ni se inmuta ante tal belleza risueña.
Allí brincando, sobre la vía repleta de hojas resecas, evacuadas por un otoño color melocotón, rendíamos homenaje a la magia.
Derrochando timidez, recluta tras sinuosa sonrisa, capacitada para reducir el porcentaje de tristeza de cualquier corazón varado en el muelle del no sentir nada.
Error sería no haberme deleitado con tu encuentro aquél día cualquiera, caminando perdida sobre un basto carril marginado, envuelto en lágrimas rotas.
Permíteme inmortalizar tan gratificante, tan hermosa ternura, exaltada a través de un par de mejillas ruborizadas por simples versos.
Abraza todo mi ser, sin pronunciar palabra; Influye mi mundo, que suban mis pulsaciones por segundo al verte aparacer calle abajo, improvisando un tintineo de cadera, despertando mi letargo.
Estira tu corto brazo, pero no por ello menos bello. Deja que coloque mi pulsera suavemente sobre su vestido aterciopelado. ¿Para que la quiero? Si ya tengo tu historia...
Pero no en el reverso, sino en el frontal, sobre mi lánguido pecho; Dos pasitos a la izquierda, todo recto.
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