Caí preso de un amor platónico, cuando me maravillé observando aquella delicada bailarina danzando sobre su eje, dibujando circunferencias, reflejadas en el miniaturizado espejo, sobre un manto rojo aterciopelado.
Su hermoso vestido de seda blanco, fusionado con su inocente piel almidonada, sumado a la apaciguante melodía que desprendía al bailar, calmaban mi tempestad.
Eternamente girando, incansable, cabellos al viento, arraigada por una plateada manivela que la aprovisionaba de energía, elevando una emergente sonrisa cautivadora.
Hermosa princesa enjaulada en veinte centímetros, capaz de derrochar felicidad. No te preocupes; Mi deseo al pasar la proxima estrella fugaz será convertirme en bailarín de plástico, pintado con acrílicos; Permaneceremos juntos en nuestro reino, una cajita musical.
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