La encontré tras un rincón que lloraba melancolía, donde el pasado desapareció en un plis plas, a recuerdos situados a miles de kilometros sobre el cielo.
Cerrar los ojos y escuchar aquella dulzura interna, sofisticada, de princesa; Que me situaba en una pompa irromplible, elevada por la caballerosidad del viento, prófuga del arcoiris que retractaba la luz...
Y ahora... Desear ser tu mismo pero estar en el papel de otra persona...Añorar ese pellizquito de suerte que se espanta al buscarla, sentir para no poder demostrarlo, querer para extrañar, ser y a la vez no ser nada...
Conocí tus palabras tan cerca de mi boca... desperté tus besos sin ni siquiera tocarte, nos desgastábamos con la mirada... Tanto que a veces las cosas se rompen sin dañarlas.
Ella puede que buscara una historia con punto final, yo deseaba una vida entera hecha historia, donde no hay final... Tras su amor, el cielo se teñía de un haz de luces provocadas por mi fuego interior, fuego que más tarde o más temprano nos volvió cenizas pasajeras.
Mis poesías se quedaron sin dueña, mis besos únicamente volaban a la cúpula que envuelve la noche etérea, mis abrazos destinados al libre albedrío, mis tristes cartas sin destinatario...
Mi amor fracturó mi alma y corazón, entonces acudió en mi ayuda la soledad de mis días.
La venda de mis ojos se pudrió de realidades, mis tardes tornaron frías a pesar del bochorno veraniego...
Mi mayor deseo hubiera sido llenarme eternamente de tus susurros, pero la eternidad es una tentadora utopía; No era tu destino, aquél que ahora llora tras papeles de seda acorazados.
Hoy es lo que importa, pero han fenecido tantas cosas dentro de mi... Que no te quiero... Pero tampoco quiero a nadie más... En realidad no sé si moriste, pues tiene cierta similitud, ya que para fallecer no es necesario dejar de vivir, sino desaparecer de mis entrañas...
Te fuiste con tu voz; Aquella que un día gritaba para que acudiera a su encuentro, la misma que un día sopló para que volase lejos...
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