Cuentan que en ocasiones los sueños pueden superar lo que ocurre en la realidad, pero nunca sabremos si es cierto hasta descubrirlo. Incluso a veces puden entremezclarse... Puedes soñar con un mundo inexistente, pero con alguien que sí es real, muy real., o soñar con alguien irreal, en un mundo que conoces...
Acompañadme a que os relate el más lindo sueño que jamás he podido tener...que vivimos otra vida cuando dejamos que la noche nos rodee en sus intenciones.
Aquél momento marcaba el punto más álgido de toda mi vida, la cumbre en la cuál se hallaba la plena felicidad, tan deseada durante tanto tiempo... Aún por venir al despertarme en mi almohada.
No sé si vivía en otoño, verano, invierno o primavera, pero el momento coloreaba mi sonrisa, desplegando alas mi renovado corazón. Tal sensación recorría mi ser, que incluso notaba su in fraganti realidad. Podían pellizcarme y seguramente no me despertase...
El trasfondo del paisaje denotaba un mar en calma, iluminado por un sol que empezaba a ocultarse en el meridiano, tras la calima, entre rocas desiguales que silbaban con el roce de la marea...
Mis pasos se asentaban sobre un enorme acantilado arcilloso, tan alto que casi podía acariciar el cielo... Y un poco más adelante... estaba ella, esperando por mí, sonriendo, con el brillo inconfundible de sus ojos interminables, que cada vez que los mirabas eran totalmente distintos...
Un caminito rebosante de flores silvestres me guiaba en linea recta hasta sus brazos...pero queria recorrerlo lentamente para deleitarme con su pelo dorado meciéndose a merced del viento, con su silueta que despertaba mis cinco sentidos...
A su lado esperaba un viejo sacerdote para casarnos, para unirnos para siempre, aunque ya estábamos unidos, era un mero trámite, por tradición...
No llevaba un vestido blanco con corsé ni detalles inútiles, simplemente unos tejanos rasgados, que marcaban los vértices de sus caderas, manoletinas negras, una camiseta de tirantes azul apretando su precioso pecho... y una orquídea en el cabello...
¿Y yo? Simplemente unos jeans, unos naúticos, una camiseta negra... la sencillez a veces es lo que nos hace perfectos... Lo importante es lo que se lleva dentro, lo que grita tu corazón...
Por fin alcancé a tomar su mano, entrelazánndolas suavemente, mientras nos mirábamos fijamente y nos ruborizábamos como dos niños ante su primera vez...
Aquél momento bien podía ser una obra de arte plasmada en óleo o carboncillo, o una imagen digna de ser una fotografía inmensa expuesta en una galería de prestigio... Pero no; Era mi vida, mi sueño con la persona que deseaba soñar, compartir mi vida, todo lo que soy...
El sacerdote nos dió la bendición; No había anillos en este lugar, pero sí una hermosa concha de mar que colgué de su cuello... Nos besamos... nos besamos apasionadamente y dulcemente a la vez, donde el sabor de los labios palpaba eternidad, instante, un parón del tiempo, donde la tierra detuvo su movimiento de rotación... De esas veces que deseas que algo nunca termine.
Sin soltarnos de la mano corrimos tan rápido como pudimos, como dos locos en la casi noche, alborotando el tranquilo ambiente, mientras el sol daba paso a la luna...
La cogí en brazos para bajar por las serpenteantes escaleras que nos llevaban a la playa, donde girabamos trescientos sesenta y cinco grados sin importar el reloj...
Allí tumbados en la arena, aún cálida, mirábamos las estrellas que aquella noche derrochaban brilllo, pues era la noche del amor, cegada por los destellos del viejo faro que iluminaba almas perdidas en la distancia... Pero no a nosotros, que siempre estaríamos juntos...
Era hora de partir... Me había pasado unos años construyendo una pequeña embarcación, para dos... para hacer un viaje a lo inesperado... Un sueño dentro de un sueño.
Al borde de la orilla se encontraba el barquito de vela, con su madera de roble, pintado color blanco, barnizado en ocre, con un nombre tallado en la parte derecha «FELICIDAD», izadas sus velas, sin capitán ni marinero...
Luna de miel a lo desconocido, para descubrirnos, conocernos más de lo que ya nos conocíamos... ¿El lugar? No importaba mientras fuese con ella...
Adentrándonos en el más desconocido océano, sin apenas hacer ruido, excepto inquietantes susurros, iluminados por la luz lunar, siguiendo el rastro que unían las luciérnagas crepusculares sobre la cornisa nocturna...
Pronto nos perdimos de vista, abrazados en el tiempo... ¿Quién sabe que pasó después? Pues ahí desperté...
Vivo esperando la continuación de ese sueño, pero jamás llegará, sólo que jamás hubiese querido que finalizase... O quizás puede que no termine porque el universo quiere que sea yo quién lo escriba en las líneas de mi vida... Eso es lo maravilloso de la vida... Que nunca sabes que puede ocurrir, por suerte la princesa de mis sueños existe... Es lo único real de aquella noche inolvidable... Noche que ahora relato como una de las cosas mas lindas que he podido sentir... ¿Realidad o ficción?. Preguntad a mi interior...
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