viernes, 11 de octubre de 2013

Antes del Anochecer Capítulo 1

El zenit de la tarde llegaba a su ecuador, en un octubre bronceado por un arcoiris particularmente curioso, de tonalidades oscuras breves.
Se propagaba cierta calma en el ambiente, que me sonsacaba una expresión de alivio en mi rostro sufrido, palideciendo por cierto resquemor tras una escalera sinuosa complicada.
Todas las puestas de sol salía al parque, al lado de mi bloque de pisos con mi pastor alemán, mi única y más fiel compañía en la vida. No quedaba nadie más.
Se trataba de un parque bastante grande, un pequeño mundo donde desconectar de la ciudad, del ruido, de las negligencias, paz dentro de una guerra diaria.
Bancos de madera añeja, colocados entre pinares sombríos, parcelas de cesped puro donde tomar el sol, jugar a la pelota, volar cometas...
Refugio para niños ansiosos por diversión, y mayores para relajarse, pasear, o leer tranquilamente el periódico. Yo me impregnaba de todo lo que ocurría, observando y sonriendo al ver cuán distinta podía ser la vida kilómetro arriba kilómetro abajo.
Y mi parte favorita: La pequeña laguna plagada de peces rojos como la más madura manzana, donde los reflejos del atardecer dibujaban la más bella estampa del día, desde el puente de tres arcos de piedra caliza.
Me encantaba jugar a tirarle la pelota de tenis a mi amigo, el cuál en un plis plas se pegaba un sprint increíble para traérmela de vuelta. Otras veces nos tumbábamos en el cesped y mirábamos cómo se desplazaban las nubes lentamente, compaginadas con la armonía del viento.
Era un perro muy tranquilo, y muy soba, porque podía estar acariciandolo un buen rato y si dejaba de hacerlo imitaba un lloriqueo falso con pequeños ladridos, pero era el mejor amigo que alguien se puede echar, se llamaba Venus.
Mi profesión era naturalista, me dedicaba a estudiar la naturaleza en su máxima expresión, cosa que amaba con locura; En la naturaleza encuentras todo lo que puedes necesitar.
Quizás se trata de mi mundo aparte, lo que conecta la chispa de la vida, lo más parecido a la perfección, literalmente realizando sus funciones ordenadamente.
Podría hablar de otras muchas historias que me han acontecido, pero alargaría el asunto, y esta vez la que os quiero contar es ésta... La ocasión lo merece.
Del parque a casa había unos quince minutos por un pequeño sendero señalizado, el cuál recorríamos lentamente para disfrutar del último oxígeno puro antes del anochecer, perseguidos por nuestra sombra escondida ante la luz ténue de las farolas, rutinario, nunca cambiabamos algo si nos gustaba...
Venus de vez en cuando perseguía algunos pajarillos que aterrizaban en el camino, picoteando cualquier resto de comida que pillaran a su paso, se ponía atacado, a la vez que yo mre tronchaba de risa.
Pero aquél día la rutina daría un giro radical, pues ante nuestros ojos sucedió algo conmovedor, algo que cambiaría mi vida y la de Venus.


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