¡Buenas tardes abuelo!¿Qué tal el día? ¿Cómo siempre verdad? Es que la rutina al final acaba por desesperarnos, pero no te preocupes que yo estoy aquí para romperla y que las tardes sean mas amenas, diferentes, con un color especial.
Hoy me encuentro bastante más feliz de lo habitual. Hoy no voy a llorar, mientras ves como se rompe mi alma, sin poder hacer nada por calmarme, no ahora, no más. ¿sabes por qué?
Con el paso de los días voy entendiendo que no sirve de nada relacionarte con la tristeza, ni envolverte en recuerdos que te impiden caminar de frente, y que si hay que derramar lágrimas, que sean de felicidad.
A pesar de tantas dificultades en la vida, he sido capaz de sobreponerme a tan caprichosas piedras en el camino. Ahora soy capaz de extraer lo bueno dentro de lo malo; Y es que cuando algo se va, siempre permanece otro «algo» que merece la pena.
Os tengo a vosotros, mi familia, que sois los que siempre estáis ahí, pase lo que pase, nunca me falláis, mucho menos me dejáis sólo.
A veces buscamos que ocurra algo grande y jamás llega... ¿Por qué? Porque lo más grande es juntar todo lo bueno que va aconteciendo cada día, convertir un pequeño detalle en felicidad, y cuando se desliza el tiempo años adelante, esos ínfimos brotes serán enormes raíces de felicidad. trocitos de oro hecho sentimiento.
La soledad que yo he elegido me ha llevado a descubrirme, a madurar, encontrar lo que quiero ser, dónde quiero llegar, valorarme a mí mismo y sobre todo pensar...
Las grandes cosas que no sabía ni que sería capaz de tener dentro de mí, han salido a flote cuando esa necesitada soledad me las ha reflejado...
A raíz de esos momentos, soy capaz de ignorar lo que me daña, de sacar fuerzas que no se agotan de mi manantial interior... En mi nueva vida sólo hay cabida para lo positivo, lo que me llena, todo lo que me aporta alegría dentro de un mundo que se pudre, destruído por una máquina de carne y hueso denominada «ser humano».
¡Espera un momento! Voy a por agua para los claveles, ahora vengo. No tardo...
¡Ya estoy aquí! Precioso día ¿verdad?
Me encanta sentarme a tu vera tantas tardes, en las que compartimos palabras, recuerdos bonitos, en las que por una vez, tú no me cuentas historias, sino que soy yo el que te las cuenta a tí, dónde el protagonista de la mayoría eres tú, tras tu eterna sonrisa, en un mundo caoba...
Tengo que contarte también que tengo unos amigos increíbles, curiosamente casi todos ellos han surgido cuando he sido capaz de superar mis miedos, quizás los haya atraído a mí, o sean ángeles enviados por petición expresa tuya.
Puede que no sean muchos, pero sobresaliente porque si junto todas las partes que cada uno de ellos me aporta, logro sentirme casi pleno. Me quieren por cómo soy, y eso es lo más hermoso que puede ocurrirte. Ser tú mismo.
Cualquier día los traeré para presentártelos y que los conozcas, aunque estoy seguro te caen bien porque saben hacer reir, y son simpáticos, tal como te gustan a ti las personas.
Ha pasado tanto tiempo... que por fin empiezo a conocerme a mí mismo... Lo que necesitaba para empezar a disfrutar del tiempo que se me ha dado.
Muchas de estas cosas han sido gracias a ti. A tu sabiduría, a tus palabras, al ejemplo de tu persona que siempre has sido un gran luchador, un héroe sin máscara ni capa.
El sol empieza a recogerse allá por las montañas blindadas, empieza a hacer frío, el ruido de la enorme puerta de hierro oxidada hace eco y lo odio, porque significa que tengo que marcharme, con la pena que no puedes venir conmigo... Pero tranquilo... Mañana volveré, porque yo siempre estaré, y tú... Tú nunca te has ido... Te quiero
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