El influjo de tus desplantes aniquila el deseo, tan ardiente por romper las reglas, que incluso derrite la tinta de esta pluma.
Vestigios necesitados por un cuerpo yacente, oxidado, desterrado del placer. ¿Dónde olvidé aquellos escalofríos que extasiaban mi ser?
Mis hormonas aún se acicalan de los restos permanentes del pasado, inconscientes de que lo que pasó, pasó.
Soy; Siento que soy similar a un libro cuyas páginas contienen información inútil para ti, aunque tampoco has mostrado interés en leerlo, en deslizarte por dicha aventura interminable.
Mírame: Como un imbécil deshojando florecillas silvestres de papel, que jamás tomaran color, en su despintada interfaz.
Trázame un rumbo erróneo para que pueda perderme, para no regresar, diabólica intención.
Da lo mismo ocho que ochenta, kilómetros o millas, cielto o tierra, pero consigue que me aleje.
Los besos que me derretían, me causan indiferencia, será porque ya no los elijo de entre miles... Eso ya pasó, ya no floto ni aunque fuera pompa de jabón estéril.
Ya no quiero ser aquél triste muñeco de trapo con el que jugueteabas a «Hoy si me apetece pero mañana no», ya no puedes manejarme, ni llevarme a tu lecho para recorrer tu humillado cuerpo. Vete, olvídame, no vengas con excusas cuando te fuíste sin razones... Porque yo sólo le hago el amor al presente.
Prefiero mi cama vacía, en vez de poseer retales de lo que nunca jamás sería.
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