lunes, 19 de mayo de 2014

Lamentaciones



Prometí a mi madre que no bebería, pero claro, una cosa es decirlo y otra muy distinta llevarlo a cabo. La culpa la tenía aquél chico que tanto me gustaba, pero indirectamente, porque en realidad era mía.
Mi ignorancia me llevó a seguirle el juego de beber una copa detrás de otra, simplemente para caerle guay, para que viese que soy como él, pero nada era real.
Ni estaba siendo yo misma, ni me gustaba probar el alcohol de aquella manera tan abusiva.
Al final para que aquél tío acabase liándose con dos o tres chicas, en la barra del pub, y yo volviese a casa con la sensación de haber hecho el gilipollas.
Aquella noche no llegué a casa, sino que acabé en el hospital, al haber estrellado mi coche contra otro, habiéndome saltado un stop, que en condiciones normales, me habría percatado de su presencia junto al pavimento.
Hoy cuento esto desde una silla de ruedas, lamentándome cada minuto por aquél cruel momento. Pero la lección me quedó bien aprendida. Si le gustas a alguien, que sea porque lo hagas tal y como eres, sin apariencias, con tu forma de ser y personalidad. Sobre todo que el alcohol y carretera son incompatibles. Puede que sea tarde para mí, o quizás no, pero de los errores se aprende; Nos hacen mejores personas. Hay que ser consciente de los actos. ¿Cómo estoy yo? Eso es otra historia…


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