Aprende que a veces, quienes nos quieren, nos hacen daño,
siendo su única intención protegernos. No es cuestión de cargarles culpa, si no
de enseñarles lo que sentimos cuando nos revocan a ello. Es de sabios perdonar,
pues nada conseguimos pagando con la misma moneda de cambio. No existe ser
humano que no se equivoque ninguna vez, pues esos errores son los verdaderos exámenes
de la vida. Debemos aprender a aceptar, que nos acepten, y a partir de ahí
seguir las pautas necesarias para encontrar un nidito lleno de paz y amor.
¿Quién sabe cuál es nuestra verdadera misión? Pero si es
cierto que lo mejor que nos atrapa en su embudo es el amor puro, aquél capaz de
cambiarnos el estado de ánimo, de convertir algo imposible, en muy posible, de
ocultar la tristeza en una total alegría.
Tratamos de ser fuertes, como aquél viejo roble, que de
una raíz creció fuerte, practicamente indestructible. Dañan su corteza,
arrancan sus brazos, queman sus entrañas, pero su interior, bajo tierra sigue
latente. Ama, perdona y sé feliz
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