Miedo no, pánico es lo que tenía cuando aquella vez me
tocaba batear delante de miles de personas gritando a su libre albedrío. Sabía
que si lo hacía mal, que si fallaba, me abuchearían y sería el hazme reír de
todo el público, además de la comidilla del vestuario. El caso es que yo sabía
que podía hacerlo, pues en los entrenamientos muchas ocasiones lo lograba…Tan
sólo estaba en mi mente, influenciado por lo que pensaran los demás. Además
estaba en el campo por la lesión de un compañero, ni siquiera contaban conmigo
para estar hoy en el partido, pero quizás fuese una señal, “la oportunidad”, el
tren que sólo pasa una vez.
Nadie creía que fuese capaz de golpear, más siendo la bola
que podía hacernos ganar o perder el partido. La presión me ganaba el pulso, el
canguelo me recorría el cuerpo entero, temblaba como una gelatina a punto de
ser comida. “Espabila” – Me dije -
Pero entonces cerré los ojos, hice oídos sordos y me
concentré. Lo importante no era ni mucho menos el partido, sino que yo superase
mis miedos y lograra la confianza suficiente en mí mismo para alcanzar mi
objetivo.
Me daba igual que se mofasen de mí, que me hicieran creer
que no valía para ese deporte, pues yo sabía que era totalmente falso. Yo soy
quien decide donde puedo o no puedo llegar, está dentro de mí.
Miré fijamente al pitcher a los ojos, tornando la mirada a
la grada, sonriendo levemente diciéndome para mi adentro: “YO PUEDO HACERLO”.
La bola giraba en dirección hacia mí, esperé el momento
adecuado y golpeé… Home Run. Muchos me felicitaron por haberles echo ganar el
partido, pero yo había ganado otro partido distinto; El que libraba contra mí
mismo.
No permitas que nada te achante, ni tengas miedo a fallar,
pues hay veces que has de fallar para después dar con el acierto. No te dejes llevar
por lo que piensen los demás, pues lo que importa es saber quién eres tú, y
donde están tus límites
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