viernes, 1 de enero de 2016

Silencio cada 31



Como cada año, sobre las 19.30, salías del café en dirección a tu casa, para finalizar el año rodeada de tu familia.
Sobre tu vestido negro de encaje destacaba un fino collar dorado al cuello. Tus labios iban vestidos de un carmín intenso que impactaba mis retinas más si cabe que el mismísimo sol. Tus ojos descargaban adrenalina sobre la marea de personas que se acumulaban en la calle.
Y tu caminar andaba un poco mareado debido a la enorme aguja de tus tacones.
Pero he de evitar vivir esta escena cada 31, pues han pasado unos cuantos años y tú ni si quiera te fijas en mí, quizás porque permanezco encerrado detrás de una apariencia que no llama la atención. O quizás es mi culpa por no decidirme a presentarme.
De una forma u otra sé que prometeré no volver a esperarte el año que viene, apostado de pié sobre la base de esta estúpida farola, llueva o haga sol. Pero sé que no podré cumplirlo.
Mi colección de tus vestidos, tus peinados, tus ojos penetrantes, tu manera de caminar, tu arcoíris labial, tus sonrisas mientras llegas a casa… son lo único que tengo.
Y es que a veces, las personas nos enamoramos de misteriosas formas, que al igual que hago yo, mantenemos en secreto.


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