Me rodeas con tu cuerpo, como una enredadera loca y
desquiciada. Te miro y también enloqueces mis cinco sentidos. Clavas tu
apoteósico brillo de ojos en mi boca.
Como dos astros inmantados, tendemos a estrechar el cerco
entre nuestros labios. Y sin poder remediarlo, se produce una explosión de
sentimientos sobrada de adjetivos. Un roce que mata todos nuestros males, que
nos lleva al país donde poco importa todo lo demás.
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