Hay cosas en la vida que parecen cercanas, sin embargo
están más lejos de lo que nuestro punto de vista nos ofrece.
Como por ejemplo, cuando caminamos y vemos que algún
edificio o emplazamiento, se ve muy cerca, pero luego para llegar te tardas un
buen cachito de tiempo.
Imagina esa mano que tienes a tan poca distancia de la
tuya, a la vez tan lejos por no poder agarrarla…
Y esa canción que recorre tu tímpano, penetrando en el
interior de tu alma, pero que está lejos, escondida en otra persona que
seguramente también se estará dedicando a escucharla, que dura tres minutos y
se hace eterna, impoluta, cobrando sentido cuantas más veces pulsas el “play”.
Y aquellos labios que navegan sin rozar tu boca, tan
sumamente cerca de los tuyos, entre los que apenas cabe un hilo entre ambos,
sin embargo no puedes probarlos.
Luego están ese tipo de cosas que, por el contrario,
parecen lejanas, resultando ser las que están
menos distantes que cualquier otras, porque simplemente ocurren sin más, llegan
de sopetón, te las encuentras cara a cara, son evidentes, acortando la
distancia, superando el tiempo, sorprendiendo las expectativas.
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