Ella, catedral senderista
Con extremidades
doradas
Que con cada paso
me conquista
Con su tesitura de
porcelana
Mi mirada hacia
sus encantos se ruboriza inclinada
Ella duerme como
sirena varada
A la vez rompe
maremotos tras mi desidia
Sin miedo a ser
despertada
Espera silenciosa
en su almohada de cristal
Mientras yo la
anhelo con sana envidia
Ella me mostraría
la hoz que tanto me desgarra
O quizás las
teclas del piano que su corazón percute
Si me acerco
demasiado, su sensualidad me achicharra
Si me alejo
prudencialmente, mis sentidos se congelan
Ojalá su corazón
al mío reclute
Ella cada noche me
tienta
Me busca entre
algodones de jabón
Entre mis sueños,
sin avisar se presenta
Su cabello
acaricia mi espalda tensa
Inesperadamente
provoca una cóncava sensación
Ella corre hacia
la luz inexperta
Clamando cánticos
con pinturas de colores
Abriendo en mi
corazón una bella puerta
Floreciendo por
mis venas un jovial manantial
Las agujas de su
tic tac interior, alejan mi temor
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