El miedo dicen que te vuelve más fuerte, que fortalece
experimentalmente a una persona… Pero a mí el miedo me mata, provoca que vaya
escondiendo las llagas de mi cara por los más intransitados callejones. ¿Por
qué me haces esto si yo te amo? Incluso soy tan estúpida a veces, que me
arrodillo suplicándote anhelos imposibles, para que después marques tus huellas
violentamente sobre este amor que siento, el cual me niego a perder.
Ojalá todo fuese como al principio, cuando tu profesión
consistía en ser poeta sólo para mí, en taladrarme el cuerpo a base de besos,
de cuidarme a jornada completa, incluso exprimiendo el día con horas extra de
amor incondicional.
No te reconozco, no entiendo qué te pudo pasar, si tú
eras mi hombre perfecto, mi calma de día, mi tempestad en la cama, mi todo…
Te empezaste a esconder tras una petaca cargada de
sentimientos negativos, tu alma se oscureció como una enfermedad silenciosa, tu
flor marchitó ; Y me he resistido tanto…
No he querido marcharme con la maleta cargada de tristeza,
tampoco pedir ayuda a aquellos que están dispuestos a ofrecérmela
incondicionalmente.
He preferido sufrir los latigazos de tus crueles
palabras, el veneno de tu serpiente interna infravalorando mi aroma de mujer.
He humillado el respeto hacia mí misma, he salido a hacer la compra paseando
injustamente una sonrisa sumisa.
He abandonado momentáneamente la casa, derramando miles
de lágrimas, respondiendo a aquél que me ha preguntado “¿Cómo estás?”, con una
mentira injusta fingiendo que todo va estupendamente.
Todo esto por intentar recuperar ese corazón que un día
supiste entregarme con creces. Pero he visto que nada es suficiente, que tú, el
hombre quién prometió amarme en las buenas y las malas, se fue, ya no es aquél
de nuestros mejores días juntos. Me he equivocado, las espinas que estrechan mi
rasgado corazón, son un arma de doble filo.
Pero ha llegado la hora de llevarte al lugar qué tú mismo
te has buscado. Créeme que no lo hago por rencor, lo hago como un acto de
bondad para que abandones esa vida que llevas. No voy a culparte, he sido yo la
que no ha sabido poner freno mucho antes. Sé que jamás habrá medicina que cure este dolor
que se queda amarrado al alma, pero también sé que algún día hallaré en el
tiempo, alguna razón que logre hacer efecto sobre esta cicatriz eterna.
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