El típico anciano, que durante tu jornada de trabajo, pasea por el parque. Empieza a remolonear hasta que por fin se acerca a hablarte. Y es que la tercera edad necesita distraerse de alguna forma, pues se encuentran solos, sin nadie a quién contar anécdotas o aventuras. En esta ocasión, tú has sido el elegido , fijándose curiosamente en lo que haces, girando en torno a ti, inspeccionando hasta que aprovecha la ocasión para lanzarte cuestionarios imprevisibles, cargados de preguntas indiscretas que te hacen decir para tu adentro que como puede ser posible. O quizás haciéndote saber alguna historia relacionada con su pasado y lo que tú estás haciendo en ese momento. Satisfecho, se despide muy educadamente, apoyado en su bastón. Él ya ha tenido algo que contar, sus cinco minutos de distracción y tú has sonreído durante ese período de tiempo. Seguramente será algo que se repita muchas veces al día…
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