sábado, 26 de abril de 2014

Razones



Irremediablemente tengo que echar la vista atrás, porque de lo acontecido antaño, soy quien soy en el presente. Pronuncio “ayer” y acude a mi cabeza el momento en el cuál te conocí. Tan verdad como mi nombre y apellidos, es que no cambiaría ese instante por nada en absoluto.
Surge algo concreto y explícito al parpadear, que de pronto me invade, activa el reloj interno de un alma caducada. ¿Cómo no volver atrás? Si ese momento el azar cambió por completo, en un giro a lo inesperado. Podría tararear canciones con tu nombre, escribir borradores con  historias para ti, princesa, postrarme frente a tus ojos, mirándote simplemente.
La vida cruelmente golpea tu ilusión por rachas, aunque ciertamente llega ese momento que todo vuelve a convertirse en maravilloso, como un jardín recién plantado, emergiendo libre.
Parece un truco de magia, sacado por sorpresa de una chistera hueca, erradicando la diferencia en que no se trata de ninguna ilusión.
Todo acto por mínimo que parezca, ha guiado mis pasos hasta donde estoy en esta etapa, conduciéndome al lugar donde se encuentran las cosas que siempre he buscado.
Corrijo: No sólo buscar, sino que las necesito para vivir. Pasa el tiempo, por poquito que sea, y aunque las comparaciones son odiosas, pongo en un lado de la balanza meses atrás; Por supuesto al otro lado dejo caer el presente. La unidad de medida es la Felicidad, que ahora rebosa, gana el pulso desorbitadamente  al pasado.
Puede que tanto tiempo cazando sueños, persiguiendo objetivos, con ayuda del destino, que no es tan cruel como maldecimos tantas veces, me hayan recompensado al fin.
¿Cómo soy consciente de ello? Pues es tan sumamente fácil como mirar a un lado y hallarte junto a mí. Al fin y al cabo tú eres mi cajita de los sentidos. Capaz de mucho, de todo. Yo nací para miles de cosas, pero la primordial es para AMARTE


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