Irremediablemente tengo que echar la vista atrás, porque
de lo acontecido antaño, soy quien soy en el presente. Pronuncio “ayer” y acude
a mi cabeza el momento en el cuál te conocí. Tan verdad como mi nombre y apellidos,
es que no cambiaría ese instante por nada en absoluto.
Surge algo concreto y explícito al parpadear, que de
pronto me invade, activa el reloj interno de un alma caducada. ¿Cómo no volver
atrás? Si ese momento el azar cambió por completo, en un giro a lo inesperado.
Podría tararear canciones con tu nombre, escribir borradores con historias para ti, princesa, postrarme frente
a tus ojos, mirándote simplemente.
La vida cruelmente golpea tu ilusión por rachas, aunque
ciertamente llega ese momento que todo vuelve a convertirse en maravilloso,
como un jardín recién plantado, emergiendo libre.
Parece un truco de magia, sacado por sorpresa de una
chistera hueca, erradicando la diferencia en que no se trata de ninguna
ilusión.
Todo acto por mínimo que parezca, ha guiado mis pasos
hasta donde estoy en esta etapa, conduciéndome al lugar donde se encuentran las
cosas que siempre he buscado.
Corrijo: No sólo buscar, sino que las necesito para
vivir. Pasa el tiempo, por poquito que sea, y aunque las comparaciones son
odiosas, pongo en un lado de la balanza meses atrás; Por supuesto al otro lado
dejo caer el presente. La unidad de medida es la Felicidad, que ahora rebosa,
gana el pulso desorbitadamente al
pasado.
Puede que tanto tiempo cazando sueños, persiguiendo
objetivos, con ayuda del destino, que no es tan cruel como maldecimos tantas
veces, me hayan recompensado al fin.
¿Cómo soy consciente de ello? Pues es tan sumamente fácil
como mirar a un lado y hallarte junto a mí. Al fin y al cabo tú eres mi cajita
de los sentidos. Capaz de mucho, de todo. Yo nací para miles de cosas, pero la
primordial es para AMARTE
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