miércoles, 23 de abril de 2014

James y el Pequeño Circo



James era un “tipo diferente”, por así decirlo.  Desde pequeño había trabajado en un pequeño circo ambulante, viajando de pueblo en pueblo, sin techo donde dormir. Apenas sacaba algo de dinero para comer, incluso le dedicaba tiempo extra sin esperar más sueldo, por amor al arte, porque amaba hacerlo.
Dicho circo no tenía mucho éxito, pero era el lugar donde había aprendido, madurado, conocido los pequeños detalles de la vida. Si nunca hubiese pertenecido a ese pequeño mundo, no sería lo que es actualmente, ni habría sido capaz de valerse por sí mismo.
Nunca lo habían subido de rango, únicamente cuidaba animales, limpiaba los cobertizos, ponía a punto los títeres y marionetas que él manejaba bajo escenarios de viejo cartón.
Pasaba noches en vela buscando la manera de tener contento al público, inventando nuevas funciones, que posteriormente, sacaban de apuros a los jefes.
Aún así,  apenas lo valoraban por el gran trabajo que hacía, pero a él no le importaba. Le daba lo mismo trabajar en la sombra.
Su felicidad residía en hacer aquello que le gustaba, mantener a los animales preparados para las distintas funciones, saber que era capaz de salir adelante a sí mismo con lo poquito que ganaba. Hacer reír a los niños con sus historias cómicas de marionetas. Su felicidad no residía en nadie, más que en él mismo. Dentro de su ser estaban todas las respuestas. Además, los animales lo adoraban.
 No buscaba llegar alto, ni grandes aspiraciones, porque era feliz con lo que tenía, sabedor de que cuando fuese un anciano, estaría orgulloso de quien ha sido.
Un día cualquiera le llegó una oferta de un circo más grande; Grandes ciudades, carpas inmensas, más sueldo, viajar por el mundo, actuaciones estelares…
 Esa oferta tan tentadora, cualquiera la habría aceptado, excepto James, que rompió por completo el papel sin pensárselo.
Decidió seguir con aquello a lo que se había dedicado siempre, seguir junto a sus amigos los animales, porque si todo el mundo se fuese a grandes circos, los de siempre y sus tradiciones se perderían por completo. Se daría paso a lo moderno, y los pequeños detalles mágicos se desvanecerían.
Puede que no tuviese mucho, ni dinero, ni fama, ni un lugar estable, pero realmente hizo lo correcto pues siguió luchando por lo que siempre creyó. Sin  duda aunque nadie lo admitiese, aquél pequeño anfiteatro nómada, aunque la humildad de esa gran persona, le llevase a no pensarlo ni tan siquiera, no sería nada sin la gran labor de James. Y personas como ese chico, marcan la diferencia.


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