Me gusta el cielo, mirarlo, sentarme sin prisa a observarlo,
tanto de día como de noche, a cualquier hora. Es una de las maravillas del
mundo, pues siempre que lo miras es diferente, es como los ojos de cierta
persona que empiezo a amar con todo mi
corazón, pero para ella me guardo las palabras, el presente y el futuro, ahora
sigo hablando del cielo.
Allí arriba perdí muchas personas, que ahora recuerdo con el
mismo amor que siempre les tuve en vida, pero quizás no supe demostrar en su
momento. “Abuelos”, esa palabra mayúscula, para esos segundos padres que
siempre estuvieron viéndote crecer, madurar, o simplemente nacer. Es una pena
que ahora al escucharla, las malas experiencias vividas, la crueldad con que
ellos se fueron de mi lado, esa injusticia, esa impotencia, me hagan
entristecer de tal manera que nunca he podido ni podré superar su pérdida.
No basta con mirar al cielo para decirles te quiero, pues en
vida, jamás fui capaz de decírselo, aunque sí lo demostraba. Jamás los dejé sólos,
ni tampoco a aquellos que se quedaron cuando ellos se fueron, porque me tocaba
hacer de hijo fuerte, o de hermano mayor. El cielo es un paraíso lleno de ángeles
y ellos me dan las fuerzas que a veces me hacen flaquear. Simplemente siento no
haber dicho siempre lo que tenía que decir, ni ser el nieto perfecto, pero a
veces tienes que perder algo para darte cuenta de su valor y no cometer los
mismos errores, por ello en mi presente expreso siempre lo que siento, para que
todos aquellos que me importan sepan lo mucho que los quiero.
Puedo seguir mirando al cielo, pues cielo es, pero el cielo
de verdad se llama realidad, y ahora está aquí abajo, junto a mi familia, mis
amigos, y la chica de ojos cambiantes, que en un soplido me ha cambiado la
vida. Eso es lo que deseo, pues el cielo de allí arriba debe esperar, sin
olvidarme de quienes desde allí vigilan mis sueños. Os quiero mucho…
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