Un día me dio por
pensar en que debería de coleccionar alguna cosa; Libros, cromos,
figuras de plomo u otra cosa, ya que todo el mundo colecciona algo,
pero recapacité.
¿Para qué
coleccionar objetos materiales? Si al final, tarde o temprano iba a
desaparecer, a transformarme en ceniza, entendiendo que lo material
no sirve para nada, excepto aquello que usas en tu día a día.
Lo que si coleccioné
fue bastantes envidiosos, personas interesadas, gente con máscara en
su rostro, ocultando su verdadera identidad, además de una infinidad
de desilusiones y días tristes…
Pero con el tiempo
me deshice de esas colecciones crueles de recuerdos, pues prefería
estar solo, antes que poseer algo “tóxico”.
Así que mi madurez
me alejó de querer coleccionar nada, excepto acontecimientos
importantes y pequeños detalles del día a día que guardo en mi
cofre personal.
La mejor colección
que puede existir se llama “recuerdos de una vida plena”, la cuál
al final de una vida, podremos llevar al último viaje con nosotros.
Lo demás, se queda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario