Vuelve, blande
tu espada y líberame, incluso un arma de papel puede dañar o curar con
palabras.
Alineate cara
a cara con el miedo para combatirlo de frente, sin la desesperación que provoca
la huída.
Golpea fuerte
con tus ojos, asimilando lo que ves; Sabes que no hay más, excepto lo que
siente tu interior ante las distintas emociones que surgen de la vida.
Sé valiente
para enfrentar aquello que te asusta, para que el temor se convierta en fortaleza
que te mantiene alerta, pues no hay peor miedo que el no poder combatirlo.
Sé consecuente
con las acciones que decides a lo largo de las distintas etapas vitales.
No por ello me
pidas que regrese, pues mi fracaso fue perderme en las llamas de mis temores...
Ahora desde la lejanía intento que no caigas en la misma trampa que provocó mi
extinción.
Yo te amé,
como una flor ama las gotas de lluvia, que embellecen sus pétalos en la cúpula
de las estaciones emergentes... Pero tú fallaste a la cita donde dos almas
tienden a unirse.
En ese
momento, mi sombra vagaba sin rumbo y sin metas, aún así te repito: No me pidas
que vuelva, ya lo único que puedo hacer por tí es ayudarte, con las palabras
que quedaron guardadas en tu arma de doble filo. Ellas podrán salvarte si sabes
interpretarlas, o por el contrario hundirte en el más profundo espejismo si las
apartas a un lado. Es todo lo que queda, no hay más que inconclusiones tras un
movimiento de rotación que se repite cada sonrisa o llanto. Es muy tarde para
mí, quizás para tí aun sea temprano.
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