domingo, 24 de mayo de 2015

La jóven de la cajita musical

Sonaba una dulce y tranquila melodía en la pequeña caja de música situada al final de la mesita de noche. Un diminuto duendecillo quedó ensimismado al pasar y ver tan bella bailarina girando en circulos, ante tales sonidos plagados de dulzura, que incitaban a dejarse llevar.
En todas sus aventuras jamás había visto nada igual, su corazoncito con forma de semilla pareció crecer y llenarse de un sentimiento inexplicable.
Su curiosidad lo llevó a acercarse un poquito más, incluso saludó a la esbelta y delgada bailarina, que se hacía más linda al acercarse, con su vestido de seda blanco y sus pies desnudos, pero de pronto detuvo su baile, sin obtener respuesta.
Un ser humano se acercó de pronto, casi lo mató del susto, no podía verlo, así que se escondió tras un pañuelo de papel situado en el mueble.
Con sus enormes manos, el humano, pulsó una especie de botón ubicado en el lateral de la caja.
La jóven comenzó de nuevo su movimento circular y uniforme. No cambiaba absolutamente nada, era como si estuviese presa en esa caja y tuviese el castigo de bailar hasta que la música terminase de sonar, para depués permanecer petrificada, enmudecida.
No podía permitir que siguiese encerrada, así que me apresuré a sacarla de ese lugar. No pronunciaba palabra. Tampoco movía ni un palmo de su delicada silueta. Quizás estaba asustada. Tampoco podía cargar con ella, estaba fijada a una peana, incapaz de liberarla.
Jamás había conocido alguien así, tan perfecta en su quietud. No podía dejarla sóla así que aquél bondadoso y diminuto ser se ocultó en la cajita con ella, sin importarle el resto del mundo.
Únicamente salía para recoger comida, y para esconderse cuando el ser humano que custodiaba tan valioso objeto, aparecía.
Tanto tiempo transcurrió, que difícilmente una prueba de amor tan diferente a ésta, jamas ocurrió.
Por muchísimos años, la bailarina en su cárcel musical perduró, sin embargo al enamorado duendecillo, el tiempo se lo llevó.
Y quién dice ahora que el amor es cosa de edad, de raza, de colores... Simplemente sucede, y eso es la magia de tantas bellas historias


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