Vivimos en un mundo donde el orden de los factores sí que altera el
producto. Nos aprovechamos de ausencias, para acercarnos a alguien, por
no decir el hecho de intentar ser buenas personas, utilizando una
fachada flamantemente pintada, tan sólo para obtener algún tipo de
beneficio.
Nos arrimamos al sol que más calienta, justo en su
momento de máximo esplendor, pero cuando quizás deja de brillar un
poquito, cambiamos de estrategia.
Tiramos a bote pronto corazones, sólo por su aspecto, sin mirar siquiera lo que llevan dentro. Tendemos manos incondicionalmente, cuando en realidad las estamos mordiendo.
Hablamos de amor, cuando la mayoría de amores son por uno mismo, propios...
Odiamos a personas que nos tratan sinceramente, tan sólo por el hecho
de no darles la razón, abriendo la puerta del orgullo. Idolatramos a
aquellos que nos dicen un cumplido, sabiendo que lo hacen por quedar
bien. Y a aquellos que se sienten sólos, que necesitan ayuda,
simplemente los criticamos.
Tomamos coraje por envidia, sin intentar
valorar, o intentar superarnos a nosotros mismos. Enfermedades típicas
que corrompen la sociedad. Echamos en cara situaciones, cuando nosotros
tampoco las llevamos a cabo... Y así un carrusel de injusticias y
menosprecios que acabaran por convertirnos es seres que jamás
reconoceremos.
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