Aquél viejo sabio, testigo y narrador de historias tan magníficas, que todo su entorno paraecía reflejarlas.
Un nervioso transeúnte, algo perdido, caminando en zig zag por la impaciente estación, esperando una llegada en tren, que por cosas de la vida, jamás se produciría.
El colorido cerezo, llorando flores, mostrando sus virtudes después de haber superado sus manos desnudas e imperfectas.
Muy cerca, en la plaza, un tímido pianista, susurrando sus más íntimos secretos tras las teclas de un piano de cola, pasando inadvertido a pesar de ser genio entre genios; Todo sería diferente si fuese mundialmente conocido, pero su objetivo es simple y a la vez complejo; Sacar unas monedas diarias para poder vivir... Digan si eso no es grandeza...
La montaña con aires de rudeza, encogida por el aullido de un viudo lobo gris, clamando al cielo en busca de respuestas, que regresarían en forma de tiempo.
La indescriptibles sonrisas lejanas, esbozada por los niños de un parbulario, corriendo a abrazar a sus padres, que los esperan charlando en la puerta del colegio.
Dos sueños cuyos fugaces caminos se cruzan en la madrugada, decidiendo tornarse en realidad poco a poco, con pasito firme.
Manos unidas ante lo malo y lo bueno, aferradas, sin importar las condiciones difíciles que intenten desgarrarlas entre sí.
Dolor de un alma cualquiera al abandonar inconscientemente su cuerpo, a pesar del deseo de quedarse.
Lágrimas amargas y dolorosas ante epitafios; Lágrimas de felicidad ante momentos que marcan para siempre memoria y corazón.
Inpiración que regresa, precisamente al escuchar al artista de la plaza anterior, aunque sólo sea para unos oídos que saben escuchar dentro del silencio del gentío.
El lobo retorna, fugándose entre pinares; Jamás volvió a saberse nada de su piel grisácea, quién sabe que fué de su vida...
Las últimas flores rosáceas entretienen al viento, mientras la estación queda desierta, excepto por ese alguien que sigue esperando durante el tiempo que le sea necesario... Sin darse cuenta que la espera lo estaba convirtiendo en un escritor, capaz de realzar en las palabras, aquello que su corazón le dicta.
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