Quiebro la mirada hacia la esquina dónde me regozijaba cuando me asustaba; Aún quedan negras pintadas, símbolos de desengaño y no aceptación, colgados bocabajo, entre la pared y el asfalto.
Notas de melancolía se marchitan espalda abajo, evaporadas por el síndrome que abandonó el dolor.
Ya no queda ni una estrecha cavidad donde se esconda el recuerdo, ni hendiduras en una memoria totalmente desaparecida. Huyó despavorida al hacerse con el control el corazón.
Líneas discontinuas bordean la fragilidad, el más mínimo error basta, para torcerse, como funambulista jugando con fuego sobre la cuerda floja. De los sueños no se vive, pero si se vive intentando alcanzarlos, en una lucha interminable por alzarse con tan ansiada virtud.
La última cuerda del violín se destensa, toda la melodía falla, la armonía provoca tristeza, aunque miradas externas intenten hacerte creer lo contrario.
La pequeñez de un mundo enorme provoca lástima por allá donde tus pasos sinceros claudiquen sus intentos de solucionarlo. Y lloran las rosas rocío en la mañana, y lloran mis manos sujetando el pasado, mientras se escapa cada una de las veces que haces por recobrarlo. Pero no importa tanta insistencia si a cambio aparcas tu presente en la estación de la impotencia; La vida te sacude con fuerza, que de tantas sacudidas terminas por abandonar las asperezas.
Obsevas como se borra el sol del mapa, callas, caminas, desgastas la calzada con tus reproches involuntarios. Y te vas, cierras la puerta con llave, la salida se disuelve, se hunde al fondo del vaso, que comunica tu respiración con tu corazón.
La satisfación de perder algo que te llevará más adelante a los cimientos de un futuro indescifrable, ni si quiera es suficiente para borrar las huellas de una sociedad corrompida por el interés y lo mediocre.
Y das todo, sin ser nada, te cansas, vas cavando niditos de recuerdos para no dejarlos fluir, tan sólo a medianoche cuando nadie los ve deambular en la noche imperfecta. Donde las sombras son más que sobresalientes.
Sintonizo canciones con las que me identifico, pero son historias ficticias, o no, porque a veces la realidad supera cualquier tipo de ficción.
Las estrellas se suicidan cada vez que una promesa se falla, parece no importar, seguimos viendo muchas, pero ni siquiera el cielo es inmortal.
Te perdiste, nos perdimos quizás. Mis intentos por devolverte a esta senda, se ahogaron en mis ojos. Simplemente no me esperaba que lloviese, mucho menos que tu fueses la tormenta. Aferrarse demasiado a un error, tiene duras consecuencias.
Sé lo que está mal, sin embargo vuelvo una y otra vez a repetirlo, como un eslabón soldado a cal y canto que se digna a cambiar lo reacio.
Versos que salen de una banda sonora que me cuenta sus pesares, sus miedos, incapaz de ser comprendidos por los sentidos que alimenta.
Tras la marisma aparece una luz débil, pero que cobra fuerza cuanto más me acerco, aunque al intentar acariciarla se aleja; Puede que me inmiscuya demasiado deprisa... Pero con detalles lograré bañarme en su luz, la luminiscencia de una nueva época.