Ahora me tachan de abandonar los folios, de que tantos párrafos cargados de desventuras desaparezcan de mi vida. En realidad ¿Qué saben?
Mientras describía mis vivencias de melancolía, pocos han sabido valorar dicho sentimiento, más real que mi propia existencia, aunque en silencio leían cada uno de aquellos escondidos versos.
Quizás he decidido cambiar de profesión; En lugar de escribir pequeñas historias, apostar por vivir la mía propia, a base de inyecciones de felicidad.
Mi tiempo debe de ser un regalo para vivirlo, rezagado entre manecillas de un reloj, que a día de hoy resalta dorado, con tinta de amor incalculable y mediodías certeros.
Un disparo preciso en el centro de mi diana, llamada “corazón”, esquiva miles de ráfagas falsas, que intentan descolocarme, y me abro paso a través de los días que están por venir, oculto entre una gran chispa que me despierta al alba.
Recuerda cuando te susurro, que jamás fallaré en mis canciones y poemas, que cada palabra tiene un destinatario, un emisor de buenas intenciones, rebuscando entre el baúl de sus pensamientos, aquellos vocablos que puedan servirte de ayuda.
Desconozco el origen de mis textos, mi don para expresar las cosas así como las siento, hasta que punto puedan viajar, o a qué velocidad, pero el hecho de que puedan servir de algo me tranquiliza, aunque las palabras se borran, no como los hechos.
Si ves que no aparezco, que no doy señales de vida, no temas; Será porque me hallo viviendo la vida, que sólo ocurre una única vez; Que encontré mi camino a su lado, y que ya no escribo, solamente VIVO.
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