Una sensación realmente
placentera me despertó al amanecer; Mis ojos estaban cegados por una venda de
terciopelo, ligeramente apretada, que al intentar desprenderme de ella,
apartaste mis manos hacia tus calientes senos, fulgurantes y explosivos para mi
amante tacto.
Tu cuerpo yacía sobre el
mío, con tus manos deslizándose sobre mi pecho tembloroso, y tu sexo apretándose
intensamente sobre el mío, coordinados en un movimiento a su libre albedrío.
La humedad inconfundible
de tus labios jugaba a corretear por los bordes ya excitados de mi cuello.
Pensaba que iba a morir de
placer mientras esa adrenalina se excedía en caída libre. Intenté recorrer a
oscuras, cada palmo de tu ferviente piel, mientras los gemidos marcaban la
banda sonora del silencio, atrapados en una telaraña plagada de polvo de
estrellas fugaces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario