Tiemblo cuando escucho el morse que repican tus pasos apunto de irrumpir
en la habitación. Estamos a dos segundos de quemar las fronteras que
delimitan invisiblemente nuestras pieles de seda. Estamos a un segundo
de colmar la oscuridad con besos en el mar, desgastando la policromía de
nuestros gestos, ante la desnudez del cristal.
Me apetece leer la
geometría que coacciona espontáneamente tu desnudez, como si fuera
braille, para rendir mi poesía ante tal sensual baile. Y que nos
sintamos como dos alfileres perdidos locamente en nuestro pajar.
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