martes, 1 de marzo de 2016

La realidad...



Supongo, que al final siempre acabo acudiendo aquí, al lugar donde puedo sentirme más alto, donde no me siento tan pisoteado.
Este bendito oasis, donde los únicos baches son girones de nubes rosas como el algodón de azúcar, donde el cielo se percibe un poco más cerca, y no tan desconocido como metros más abajo.
Y ese silencio, que piensa en voz baja, que ni se inmuta, que permite escapar mis pensamientos por una fracción de tiempo.
Y que si algo me despeina, es mi locura al viento, acompañada de esos fuegos artificiales que rodean al sol antes de su despedida temporal.
Y asistir al encuentro etéreo de la luna y el sol, contrapuestos en sus mundos paralelos, habitantes de la luz y la oscuridad, esos polos opuestos designados a compartir destino a medias.
Aquí siento que haga lo que haga, nada me va a juzgar…
Lo malo de ello, es tener que regresar por el mismo camino donde he venido, el que me conecta con la realidad que tan poco quiero. Y es que si me dieran a elegir, escogería la locura, que no es más que lo que me hace diferente, diferencia que me lleva a querer emprender nuevos viajes, lejos de esas penas que atentan contra mi felicidad.


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