La mañana nos
deja guarnecidos entre pesares, críticas y comentarios fuera de lugar. Mientras
tanto, hago como si prestase atención, cuando en realidad, hago oídos sordos.
Mi mejilla
condolida me recuerda la sesión intensiva de ayer; A pesar de mis intentos fallidos
por olvidarlo, llevando mis pensamientos a recuerdos positivos guardados en mi
cofre.
Es un abismo
la diferencia entre mi visión de mundo, comparada con la inmensa mayoría.
A pesar de
ello, puedo estar muy orgulloso de no pertenecer a la manada donde campa la
prepotencia, superioridad y burla. Todo lo contrario; Prefiero pastar sólo en
humildad, igualdad y comprensión.
Tras el
finísimo ventanal, la lluvia no da tregua. El minutero digital parece
congelado, pues adisgusto suele castigar el tiempo con su lentitud.
Sonidos midi
de los juegos de móvil se escapan por el aire, sumados a un continuo pulsar de
dedos tarareando a lo largo y ancho de la enorme mesa.
Tecnología como
solución para matar el aburrimiento. Excepto para mí, que apuesto por describir
el momento, aunque no precisamente para recordarlo...
Ante la
cortina de humo que flota en la sala, opto por salir a tomar el aire, castigado
por la tos que propicia la nicotina.
Fuera todo
parece calmado, a pesar de que el viento golpea sobre la niebla, convirtiéndola
en un perfecto chapuzón si no te resguardas. Sin embargo me produce paz y
sosiego.
Aún queda un
rato para salir, pero ya es menos de lo que me quedaba cuando empecé a relatar
estas líneas. Pero como todo en esta vida, tarde o temprano llegará...