viernes, 19 de diciembre de 2014

Recuérdame




-          Veo que desde que te visité la última vez, estás escribiendo un diario. Es una forma muy buena para recordar todo sin olvidar nada. Te sirve también para conocerte a ti mismo.

 +      ¿Quién eres?  Tu rostro me resulta familiar, pero no logro saber exactamente tu identidad. Espera que voy a mirar en mis anotaciones

-          Soy tu nieto. El único que tienes.

+      Ah sí. Aquí en la página cuatro está. El chico alto, de pelo rizado y rubio, con ojos azules es mi nieto Luis. Ya recuerdo. Y no me visitas desde hace exactamente tres días.

-          Me sorprendes. Puede que en ocasiones te olvides de mí, pero gracias a ese diario, puedes recordar todo con detalle. Es un gran paso hacia delante; Y quién sabe si más adelante no lo necesites tanto.

+      Una persona del centro, me propuso la idea. Afirmó varias veces que me ayudaría a plasmar momentos y recordar lo que hacía diariamente. Es como una enciclopedia de mi vida. Pero hay una respuesta que no encuentro en dichas líneas.

-          Dime abuelo, escucho atentamente.

+      Puede que pronto no recuerde nada, que quizás ni exista en esta vida, pues conozco la gravedad de mi enfermedad, pero por el momento, pienso en antigüos pedazos del pasado, cuando tu y yo salíamos a dar paseos, pasábamos las navidades juntos… Yo siempre estuve contigo en todo momento, nunca pedía nada, pero ahora cuando yo sí que necesito, me dejas en este centro, al olvido, y aunque vienes muy a menudo, yo necesito pasar los últimos momentos de mi vida a tu lado, pues eres lo único que me queda en este mundo. Tú no estás sólo; Tienes familia e hijos, pero yo no tengo más que a ti. Sé que puedo ser un estorbo, un quebradero de cabeza, pues soy como un niño pequeño, pero tú una vez fuiste pequeño y jamás te dejé sólo. Acaso ¿Es mucho pedir? Soy un viejo en sus últimos capítulos, pero eso sí soy capaz de preguntármelo, cuando realmente recuerdo a mi nieto.
-          Ciertamente, podría excusarme de alguna forma, pero tus palabras me han conmovido. Están colmadas de sinceridad y de razón. No valdría decir que con el trabajo y la familia no tendría tiempo para ti, porque la verdad es que para ti siempre podía sacar tiempo, al igual que tú antaño, me lo dedicaste. Lo siento mucho.

+      No te preocupes, es de sabios rectificar, además puedo ponerme en tu situación. Cuidarme a mí requiere mucha paciencia, no es fácil. Recuerdo la primera página de mi diario, en la que pone: No debo rendirme, ni aunque no sepa quién soy. A veces recuerdo que tengo setenta y ocho años; Otras me miro en el espejo de la salita y veo alguien viejo, arrugado, que ni siquiera identifico. Es lo que me ha tocado vivir, tanto a mí como a miles de personas en mi situación. Sólo quiero sentir que no estoy sólo en esto, aunque sea basándome en unas páginas de papel reciclado. ¿Entiendes?


+      Sí que entiendo, pero ¿Sabes qué? Te doy las gracias por cuidarme tanto tiempo, por quererme, y ahora por abrirme los ojos. He sido muy egoísta, porque teniéndome a mí, nadie debe cuidar de ti, más que yo. Por eso vamos a hacer la maleta, llenarla de tu vida, porque debo  pagar con mi dedicación, tantos años de tu entrega. A partir de ahora, juntos, rellenaremos las páginas de tu diario, hasta el día que el soplo de tu vida, se apague.

-          En este momento, el que se siente conmovido es este pobre anciano. Sabía que no me fallarías. Por cierto… ¿Quién decías que eras?

+      Pues coge tu bastón, te ayudo a incorporarte y camino a tu definitivo hogar, te lo cuento. ¡Vamos!.

-          ¿Otra vez a cambiar de lugar? ¡Que pereza!

+      Tranquilo, esta vez no es un hogar cualquiera. Es donde siempre tuviste que estar


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